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No pudo ser. Como suele suceder cuando los fastos invaden la atmósfera, cuando todo huele a pólvora y fiesta, la jornada resultó incompleta. El Real Mallorca no pudo festejar el estreno del renovado Son Moix con un triunfo (1-1) ni batir el récord de asistencia (acudieron 21.130 espectadores) en un recinto que había acicalado sus 26.020 nuevos asientos para inscribir la entrada en el libro de oro de la entidad. Con las localidades casi vendidas, cerca de 5.000 abonados optaron por quedarse en casa y no asistir a un duelo marcado en rojo en la historia de la entidad.

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El desacierto de Cyle Larin de cara a puerta -marcó un gol pero desperdició tres ocasiones clarísimas- roció de cierto sabor agrio una jornada festiva que el mallorquinismo disfrutó desde primera hora de la mañana. Miles de seguidores respondieron a la llamada de la entidad para tomar los aledaños del Estadi y participar en los actos organizados.

El presidente Andy Kohlberg no dudó en repartir paella entre los aficionados en una imagen que recordó a los actos del Centenario con la administración estadounidense recién aterrizada en la Isla. Han pasado ocho años y desde entonces la propiedad ha saldado varias deudas para cambiar la cara a un estadio del Siglo XXI. La fiesta no pudo ser completa, pero el mallorquinismo disfrutó de lo lindo de una jornada inolvidable.