Bartolomé Beltrán, junto a Héctor Raúl Cúper, en la presentación del entrenador argentino.

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En el verano de 1995, con el club deambulando como un cadáver por Segunda División sin más aspiraciones que la salvación, el Grupo Zeta aterrizó en el accionariado de la SAD Balear, presidida entonces por Miquel Dalmau, con la intención de impulsar al Real Mallorca hasta la máxima categoría. El encargado de dirigir aquella misión fue Bartolomé Beltrán Pons (Campanet, 1949), un ginecólogo del Hospital Militar Gómez Ulla, nacido en Campanet, conocido por su faceta de gran comunicador con programas como La salud es lo que importa o En buenas manos, y que irrumpió con una fuerza inusitada en el club. Desde el primer día que asumió los mandos dejó claro el cambio de objetivo. El equipo pasó de firmar una permanencia sin problemas a una ambición desmedida con el ascenso a Primera División como única meta.

Bartolomé Beltrán se entregó al Mallorca en cuerpo y alma. Día y noche. Utilizó sus influencias para reforzar a la plantilla entonces dirigida por José Antonio Irulegui con nombres que hacía apenas unos días eran inalcanzables para la entidad. Lo puso todo patas arriba. Comenzó por lavarle la cara al estadio Lluís Sitjar, recuperar los trofeos que estaban entonces tirados por cualquier rincón, acudir a las peñas, movilizar a un mallorquinismo que parecía atrofiado... El 'ciclón Beltrán' alteró los biorritmos de una afición dormida que, poco a poco, comenzó a despertarse y a creer. En un tiempo récord, el Mallorca pasó de 800 a 10.000 abonados. Montó una red de autocares, esparció al Mallorca en la part forana, haciendo socios a todos los alcaldes de la Isla...

Desde aquel 22 de agosto de 1995 en el que formalizó su entrada en el club hasta que finalizó ese primer mercado, aterrizaron en la Isla nada menos que quince jugadores. Irulegui estaba desbordado. Llegaron futbolistas que pasaron de puntillas, pero otros resultaron determinantes. Jugadores como Stankovic, Maqueda, Dani González, Marcelino o Morales, que llegó en el mercado de invierno y fue uno de los jugadores de la categoría en la segunda parte de la temporada, permitieron ese salto de calidad... aunque el ascenso se le escapó de las manos en la promoción ante el Rayo Vallecano en su primer intento.

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Beltrán, que en esa primera campaña ya había 'despachado' a Irulegui y Mané, apostando por la dupla Víctor Muñoz-Pichi Alonso, no arrojó la toalla. Más bien todo lo contrario. Con el ascenso como única meta, volvió a intentarlo. Fichó al rumano Galca, que había disputado la Eurocopa con su selección, al nigeriano Obiku y logró la cesión del sevillista Carlos Domínguez, una pieza clave. Se rodeó de gente de su confianza, como Ramón Servalls y Joan Frontera, para formar su brazo armado. Mateu Alemany se encargaba de la gerencia. Todo con el ascenso como único objetivo.

El doctor de Campanet acaparó todos los titulares a nivel nacional cuando despidió a Víctor Muñoz con el equipo en ascenso para entregarle toda la responsabilidad a Tomeu Llompart, Pau Albertí y Pep Bonet. A pesar de perder esa ventaja en las últimas jornadas, el Mallorca volvió a tener la oportunidad de subir. De nuevo en la promoción y otra vez contra el Rayo. En esta ocasión, la moneda salió cara. Un centro medido de Stankovic y un gol de Carlitos supuso el regreso del Mallorca a Primera y el inicio de la mejor época en la historia de la entidad.

Para dirigir los destinos del Mallorca en Primera, Beltrán apostó por un entrenador argentino desconocido que acabaría haciendo historia. Con Héctor Raúl Cúper, que pidió los fichajes de Carlos Roa, Mena y Amato, y los descartes del Valencia (Iván Campo, Eskurza, Engonga, Gálvez, Romero o Gabi Moya) y los supervivientes de Segunda, entre Beltrán y Cúper convirtieron al club balear en una de las grandes sensaciones del fútbol español. Finalizó quinto en la Liga y se clasificó para disputar la que entonces fue la segunda final de la Copa del Rey de toda su historia. Fue épica. Cayó con honor en los penaltis ante el Barcelona y aquella imagen de Beltrán, en el palco con lágrimas en los ojos consolado por Rita Barberá, supuso el epílogo de su histórica etapa a los manos del Mallorca. Al que cogió moribundo y lo dejó tocando el cielo.