Los jugadores del Villarreal celebran el cero a uno ante la decepción de los mallorquinistas. | Cati Cladera

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El arranque de la temporada es un campo de minas para un Real Mallorca en construcción y que todavía no ha terminado ni el armazón que sostenga al equipo y que le dote de presencia y equilibrio sobre el terreno de juego. Las dudas son mucho más profundas que las certezas y el inicio de la Liga deja a un equipo con excesivos complejos, sin un patrón claro y demasiados vicios heredados del pasado. Pero como en política, echar la culpa a los años pasados es de mal perdedor y en todo caso los responsables siguen en el club y los dirige Pablo Ortells.

Tras convencerse de que con Aguirre el club no avanzaría en la línea deseada, ahora el plan con Arrasate es el de generar nuevas expectativas de juego, sentar las bases de un cambio profundo y que el equipo empiece a jugar al fútbol. Pero esto ni se consigue en una pretemporada ni en cinco partidos y más cuando se ha tardado hasta el último día en cerrar una plantilla que ya asimilaba la estrategia de Aguirre con dificultades y que ahora se encuentra con las lógicas dudas de aplicar un manual al que el grueso mayoritario del plantel no está para nada acostumbrado.

Nadie espera

Y esto es Primera División y esta categoría no espera a nadie. Ni a Arrasate, ni a los jugadores ni a Ortells. Tampoco a que Chiquinho esté acoplado, ni que Morey y Maffeo estén recuperados. Nada. O el Mallorca da un paso adelante ante la Real Sociedad mañana o la incertidumbre sobrevolará de nuevo por Son Moix a las primeras de cambio. De hecho las primeras urgencias ya están aquí.

Esta temporada solo ante el Leganés el Mallorca ofreció destellos de madurez. Ante el Madrid todo análisis es siempre poco prudente porque no es la Liga del Mallorca y pese a todo arrancó un punto de mucho mérito. Nada que objetar. Pero a partir de ahí empezó una montaña rusa plagada de vaivenes. Ante Osasuna se perdió y solo una reacción insuficiente tras el descanso permitió cobrar cierto optimismo.

Contra el Sevilla, uno de los peores sevillas de esta época, de nuevo el Mallorca no terminó de brillar y si bien pudo ganar al final con la oportunidad de Domenech, lo cierto es que se arrancó solo un punto. El mercado seguía abierto y como suele ser habitual en el Mallorca la autocomplacencia es la tónica general y siempre hay una excusa a la que agarrarse. En este caso, el trabajo en los despachos no estaba finalizado. Frente al Leganés el gol de Dani Rodríguez permitió respirar y confirmar que fuera de casa se puede ganar y ahí sí que el equipo ofreció una imagen más acorde con lo que quiere el entrenador y dio destellos de fiabilidad.

Con el mercado cerrado ha llegado de nuevo el Mallorca de las dudas, de las idas y venidas, de la falta de continuidad. Frente al Villarreal firmó una primera parte prácticamente para olvidar y una segunda donde intentó dar un paso adelante, pero no le fue suficiente. Bien por falta de oficio o porque precipitación, lo cierto es que no dio para ganar o al menos empatar cuando había encajado un gol en contra.

Y es que este Mallorca tiene un déficit enorme en el arranque de los encuentros. Le ocurrió mucha veces el pasado curso, pero esta temporada esta situación se acentúa más porque el cambio de registro sobre el campo obliga a dar un paso adelante y esto en fútbol no se consigue de un día para otro.
Entre que el equipo se sitúa y entiende el plan de partido, el rival va poco a poco ganando terreno y las inseguridades sobre el campo salen a relucir. El trabajo principal radica en la necesidad de dar con la tecla en el centro del campo, una línea destruida por Javier Aguirre y que ahora ha cobrado de nuevo especial relevancia.

Novedad

Jugar con extremos es algo nuevo en este equipo que los había desterrado con el mexicano y que ahora juegan un papel fundamental, pero no todo es correr en fútbol. Si la velocidad no va acompañada de la precisión, al final todo se deja a merced de los errores del rival más que de la capacidad de generar aciertos.

La lesión de Maffeo resulta fatal para el plan de Arrasate porque es un futbolista con una capacidad de empuje y ayuda que convierte el carril diestro en muy peligroso. Sin él ni tampoco Mateu Morey, el equipo lo nota porque Antonio Sanchez no tiene esa capacidad y Valery todavía no ha llegado. Por banda izquierda la situación es diferente y es por ahí donde más fue capaz de generar el Mallorca, sobre todo con Asano.

Cuando el Mallorca basa gran parte de su fortaleza en llegar por las bandas, cuando una no puede cumplir con la misión encomendada, el trabajo se carga solo por un costado con el desgaste que ello representa. El problema es salvable, tal vez solo falte algo de tiempo, pero sin duda también los plazos se hubieran podido recortar con la plantilla cerrada mucho antes que el último día de mercado.

La gran virtud que debe manejar el equipo es la presión en la zona defensiva. Si bien antes el equipo esperaba al rival en zona baja, ahora es imprescindible dar un paso adelante e incomodar mucho más la salida de balón del rival. El Mallorca no sabe hacerlo, no tiene todavía los automatismos claros y tiene que empezar a ver la luz sin balón para aumentar las prestaciones de cara a la meta rival. Una mala presión obliga al equipo a recular y en muchas ocasiones el equipo se parte y a partir de ahí entra en pánico y la precipitación en un equipo podo dado a la improvisación es casi siempre perjudicial para los intereses del Mallorca.

A todo esto hay que añadir que este Mallorca marca poco. Un gol al Real Madrid, otro al Leganés y el de esta jornada contra el Villarreal. Tres goles en cinco partidos deja en evidencia que el trabajo ofensivo de todo el equipo debe mejorar. Si Muriqi es el atacante de referencia, poco o nada pinta buscando balones o centrando porque sus principales virtudes no son esas. Su gran virtud es esa capacidad de colocación, cómo incomoda a los centrales y la valentía en el remate. A partir de ahí el equipo tiene que trabajar y centrar su objetivo en ese factor diferencial que tiene sobre el campo. El kosovar es una mina de oro siempre y cuando pueda estar en el área rival esperando el centro o provocando el error del rival. Todo lo demás es insistir en esa improvisación que nos siempre suele funcionar.

Este Mallorca por momentos bipolar tiene todavía que dar mucho más de sí. Motivos para la esperanza se encuentran en la capacidad de Robert Navarro de generar peligro. Cuando el futbolista tome conciencia de dónde está y qué tiene que hacer será sin duda un valor al alza para este Mallorca en construcción.

La presencia de Chiquinho es una incógnita. No sirven ni los vídeos de youtube ni las alabanzas que se puedan escuchar de lo bien que entrena. Aquí lo que cuenta es lo que sea capaz de generar en el campo y por el momento son cinco jornadas las que el Mallorca ha dejado escapar y el fichaje que está maravillando a todos de momento no ha debutado. Este martes se verá si Arrasate puede darle o no minutos.

Un equipo cuya actitud siempre es la de intentar hacerse con los partidos, pero que no da más de sí en algunos de ellos. Si bien arranca con dudas, lo positivo es la capacidad que exhibe para tratar de agitarlos en el segundo tiempo y Arrasate sabe manejar las alternativas que tienen en el banquillo, pero casi siempre seso se hace con terreno perdido de antemano. Este pasado domingo los errores incomprensibles de Lato y Costa arruinaron el trabajo. Si a la falta de acierto y al pobre manejo táctico de la nueva situación se añade la falta de oficio y las decisiones equivocadas en momentos clave, esto va a ser muy difícil.

Este martes el rival es la Real Sociedad en otro partido de urgencias para un Mallorca que quiere empezar bien, pero que le está costando hacerlo. De nuevo habrá que mejorar las prestaciones en todas las líneas del campo y encontrar un centro del campo que permita dar solidez al plan de juego. Morlanes, Darder, Samú, Dani, Antonio Sánchez…el entrenador tiene que empezar a dar con la tecla porque es fundamental que la presencia en la sala de máquinas sea efectiva y cumpla con los requisitos. La pretemporada ha terminado, aunque debido a una nueva planificación plagada de errores, al técnico lo queda más remedio seguir montando el armazón del edificio cuando este debía estar ya amueblado y con gente viviendo.