El delantero kosovar del Mallorca, Muriqi, durante el encuentro contra el Deportivo Alavés de este viernes en Mendizorroza. | ADRIAN RUIZ HIERRO

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En unas pocas jornadas, el Real Mallorca ha pasado de cien a cero fuera de casa. El conjunto balear, que hasta principio de mes se había comportado como uno de los visitantes más peligrosos de la Liga, ha perdido el gas en sus dos últimos desplazamientos, que han acabado siendo también las funciones más pobres de este primer tercio de campaña.

La derrota de este viernes en Vitoria, la cuarta que padece el Mallorca de Jagoba Arrasate, va a dejar al equipo fuera de la burbuja superior de la clasificación, un detalle sin demasiada importancia a estas alturas de la competición. Lo que sí subraya el paso por Mendizorroza es la bajada de tensión que asalta al grupo en sus últimos viajes. En Vitoria, como en el campo del Espanyol el pasado 5 de octubre, el cuadro bermellón lucía su cara más gris aunque fuera de manera distinta.

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Si en Cornellà mostró una fragilidad en defensa extraña y poco habitual, contra el Alavés falló la producción ofensiva y le faltaron recursos para arrinconar a un rival que llegaba a la cita desangrándose y cargado de problemas. Ni las rotaciones en el once ni los cambios que se llevaron a cabo durante el encuentro embellecieron la imagen de los insulares en una cita que parecía condenada al empate que se torció por una acción muy concreta (un mal despeje dentro del área) en los minutos finales.

La caída del Mallorca fuera de su hogar se ha dado justo después de que el equipo aspirase a reeditar una de las mejores marcas de su historia a domicilio. Tras ganar como forastero a Leganés (0-1), Betis (1-2) y Valladolid (1-2), viajó a Barcelona con la posibilidad de igualar aquellas cuatro victorias seguidas lejos de casa de las temporadas 2002-03, 2003-04 y 2007-08, con Gregorio Manzano y Luis Aragonés en el banquillo. Un desafío que se fue rápidamente por el desagüe.

Tras dos desplazamientos que han enfriado los ánimos sin ser de los más complejos del calendario, el Mallorca tendrá que recomponerse en Son Moix si quiere mantenerse agarrado a la cornisa de la mitad superior de la clasificación en lo que resta del mes de noviembre. En el horizonte aparecen el Atlético de Madrid, que visita Son Moix el próximo fin de semana, y una salida a Las Palmas. Dos envites que pondrán otra vez a prueba la robustez de un equipo sin la tensión clasificatoria de otras temporadas que además ahora cuenta con un amplio margen de mejora.