Nadal estuvo contra las cuerdas, pero al final resurgió para vencer al gigante de Greensboro (Carolina del Norte) 2,06 metros después cuatro horas y un minuto, para vencerle por 6-4, 6-7 (2), 6-7 (2), 6-2 y 6-4 al tercer punto de partido, y alcanzar la segunda ronda de la forma más sufrida que él mismo pueda recordar.
Tras ganar el último punto, «Rafa» explotó y gritó con fuerza para quitarse toda la presión de un partido que jamás soñó y que resultó una pesadilla para él. Fue tanta la tensión vivida, que incluso se la contagió a su tío y entrenador Toni, casi siempre inalterable, que desde la grada le gritaba incesantemente: «¡vamos, vamos!» con los puños cerrados.
«Prefiero ganar en tres sets»
«Ha sido muy difícil si, ha sido un rival muy duro, y su saque es casi imparable», dijo Nadal sobre la pista, «él ha hecho un gran partido y le deseo lo mejor para el resto de la sesión», añadió sobre Isner.
«Ha sido un partido muy cerrado, con mucha presión, y en los desempates estaba muy nervioso», reconoció Nadal, «pero esta victoria es muy importante para mi. Este torneo siempre es muy importante para todos los jugadores, pero especialmente para mí porque tengo de él momentos inolvidables», continuó.
«Prefiero ganar en tres sets», añadió Nadal, «pero hay que ser positivos y quizás este partido me pueda servir para el futuro».
Nunca un campeón de Roland Garros ha caído al año siguiente en su debut en París. Nadal, que jamás se había visto forzado a esa emboscada, estuvo a punto de convertirse en el primero, pero como le sucedió en la final de Roma de 2005, ante el argentino Guillermo Coria, o en el mismo torneo y ronda en 2008, contra el suizo Roger Federer, logró llevarse el encuentro exprimiendo al máximo su físico.
Experto en partidos largos
A Isner siempre se le recordará por ser el jugador, que junto con el francés Nicolas Mahut protagonizó el partido más largo de la historia, en Wimbledon, entre el 22 y 24 de junio el pasado año, tanto en tiempo (11 horas y 5 minutos) como en juegos disputados (183): 6-4, 3-6, 6-7 (7), 7-6 (3) y 70-68.
Sacó el estadounidense incluso a 232 kilómetros por hora, utilizó suaves dejadas para apartar a Nadal de la línea de fondo, y le rompió apabullándole en la red, extendiendo sus brazos como un albatros hace con sus alas, para colocar sus voleas.
Nadal estuvo set y medio dominando, con rotura incluida en el segundo parcial, y con el público francés animando, rugiendo sus fallos, como suele ser habitual en los últimos años. En los dos desempates se mostró nervioso y aunque Isner solo logró 13 saques directos, el saque del americano le molestó en exceso.
Pero al final, Isner terminó tomando pastillas de sal para evitar la deshidratación, demolido por tanto cansancio, y roto por el valladar que Nadal representa en tierra, y por su constancia en partidos de largo recorrido a cinco sets, de los que ha ganado ya 15 y ha perdido solo tres en toda su carrera.
No obstante, el juego del español mostró altibajos, propios de la primera ronda, pero impropios de su nivel. Cometió 27 errores no forzados, y su revés, siempre resolutivo le falló en exceso. Su cara, desencajada por momentos, exhibió la inestabilidad por la que parece estar pasando después de haber perdido este año cuatro finales contra el serbio Novak Djokovic, dos de ellas en la tierra de Madrid y Roma.
Tras respirar y calmar a todo su banquillo, Nadal se enfrentará ahora contra el español Pablo Andujar, campeón en Casablanca esta temporada, que derrotó antes al colombiano Santiago Giraldo, por 7-6 (5), 6-3 y 6-3.
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