Nadal llega a la final después de realizar un gran torneo en el que no ha cedido un solo set. El mallorquín siempre se ha sentido muy cómodo en París, un lugar donde sólo ha perdido un partido, en 2009 ante Robin Soderling, y lo ha vuelto a demostrar este año.
Roland Garros es el territorio de Nadal y Djokovic quiere derrocar al rey, aunque no le resultará nada fácil. El serbio llegó a París con dos títulos bajo el brazo pero le costó entrar en la dinámica del torneo. Djokovic necesitó recurrir al quinto set en dos encuentros, en cuarta ronda ante un sorprendente Andreas Seppi y en cuartos de final ante el francés Jo-Wilfred Tsonga, lo que provocado que el serbio tuviera que jugar cuatro horas más que Nadal.
Aparte del cansancio, Djokovic se tiene que enfrentar a la moral de Nadal, que se había venido abajo tras perder en siete ocasiones seguidas frente al serbio pero que ha vuelto tras haberse impuesto en los últimos dos enfrentamientos (Roma y Montecarlo). Además, Nadal tiene un balance de 11-2 en los cruces sobre tierra batida y no ha perdido ningún set ante Djokovic en las dos ocasiones que se han visto las caras en Roland Garros.
Nadal cree en sus posibilidades, ya que sabe que está a un gran nivel. «He mejorado desde el año pasado y las cosas han resultado muy positivas para mí desde el comienzo del año. Esa es la razón por la que estoy jugando probablemente uno de mis mejores niveles sobre tierra batida», señaló el mallorquín tras imponerse a David Ferrer en semifinales.
Por su parte, Djokovic afronta la final con el espíritu de dar la sorpresa. «Tengo una oportunidad de oro de hacer historia y eso me motiva y me inspira. Estoy ahora mismo en la cima de mi carrera, estoy jugando mi mejor tenis en este año y medio y debería usarlo para ganar», indicó el serbio.
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