Las previsiones meteorológicas apuntan a un 90% de posibilidad de precipitaciones sobre el Bosque de Bolonia, donde se mantiene la liturgia de la jornada dominical a la espera del encuentro decisivo que está programado a las 15.00 en la Philippe Chatrier. Ajeno al posible aplazamiento o a las interrupciones que puedan marcar el desarrollo del partido, Nadal apunta a su séptima corona en París y su undécimo torneo del Grand Slam. Es el momento definitivo para reclamar el trono de la tierra.
El número dos del mundo, que podría bajar un escalón en el ranking en beneficio de Roger Federer si cae derrotado, afronta su quinta final consecutiva de un grande y la séptima en Roland Garros con la oportunidad de rebasar el mito de las seis Copas de los Mosqueteros que coleccionó Bjorn Borg. Llega a la final con el mejor nivel de juego sobre tierra que él mismo recuerda y, además, lo hace rebosante de confianza después de plantarse en el último partido sin perder un set y habiendo cedido su servicio una sola vez en lo que va de torneo.
El patrón de juego del manacorí para acabar con la resistencia de Novak Djokovic está definido desde el inicio de curso. Las opciones de éxito del manacorí pasan por mantener el nivel de agresividad que le ha permitido arrollar a especialistas sobre la arcilla como Juan Mónaco, Nicolás Almagro o David Ferrer. Nadal quiere plantearle un partido incómodo a su rival llevando la iniciativa del juego, cambiando direcciones y jugando cerca de la línea de fondo. Sin duda, el pulso por llevar la iniciativa en el juego concederá mayor espectacularidad al intercambio de golpes entre los protagonistas de las últimas cuatro finales de Grand Slam.
Sombras
Las otras tres cayeron del lado de Novak Djokovic, que ha acumulado más sombras que luces en su avance hacia su primera final en Roland Garros y la octava en un torneo del Grand Slam. Tuvo que remontar dos sets en contra en los octavos de final ante Andreas Seppi y se vio contra las cuerdas en los cuartos de final, cuando Jo-Wilfried Tsonga tuvo bolas de partido para precipitar la despedida del primer cabeza de serie. Aprovechó las concesiones de Federer para plantarse en el encuentro decisivo consciente de que está ante una gran oportunidad para seguir dando brillo a su palmarés completando sus vitrinas de grandes y encadenando su cuarto seguido.
En la pista será un pulso de poder a poder que también se jugará en las cabezas de los finalistas tras haber situado su rivalidad a la altura de las leyendas. Nadal y Djokovic se han visto las caras en 32 ocasiones con un balance favorable al mallorquín de 18 triunfos por 14 del serbio, aunque el cara a cara entre ambos se equilibra en el apartado de las finales, ya que destaca un empate a siete. El balear, que ha podido con el balcánico en sus tres choques previos en Roland Garros, consiguió romper la tendencia negativa de siete finales seguidas perdidas con el de Belgrado en el Masters 1000 de Montecarlo demostrando que en el Open de Australia ya dio con la fórmula para llevar al límite al número uno del mundo. El manacorí confirmó su superioridad en la tierra batida, donde ha ganado once de sus trece partidos a ‘Nole',y lo hizo en el test previo al Grand Slam francés, el Masters 1000 de Roma.
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