El tenista español Rafael Nadal devuelve la pelota al británico Andy Murray . | Efe

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9
EspañaNadal 3 2 - 0
Reino UnidoMurray 6 6 - 2

Madrid Open | Final | 10/05/2015 19:00 | Fin

El británico Andy Murray ganó por segunda vez el Mutua Madrid Open, por primera vez en tierra batida, al imponerse en la final a un Rafael Nadal desconocido, por 6-3 y 6-2, una derrota que hunde al español en el séptimo puesto de la lista mundial, fuera de los cinco primeros por primera vez en una década.

La vertiginosa derecha de Nadal que sirvió para doblegar al búlgaro Grigor Dimitrov en cuartos, y que torturó al checo Tomas Berdych en semifinales, se quedó esta vez en el hotel, y desapareció en la final, justo un día después de anunciar Rafa que había jugado el mejor partido de los últimos tiempos.

La artillería del nueve veces campeón de Roland Garros se desplomó con estrépito ante Murray, que jamás había ganado una vez al de Manacor en las seis veces en las que se habían enfrentado sobre tierra batida, y que se anotó su primera victoria de la forma más inesperada, porque Nadal había llegado a la última instancia recuperado de moral, con ánimos y sin ceder un solo parcial.

Murray, que venía de ganar su primer título en arcilla en Munich, sumó su noveno partido ganado consecutivo en esta superficie, algo que jamás había hecho, y se apuntó su el décimo Masters 1000 de esta categoría, y el 33 de su carrera, en 88 minutos. «El matrimonio funciona», firmó en la cámara el campeón.

Los 12.500 espectadores que llenaron la Caja Mágica, entre los que se encontraban la reina Sofía y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, se quedaron atónitos ante la actuación del mejor tenista español de todos los tiempos, hundido por sus continuos errores, sin continuidad, tras apuntarse puntos soberbios, y falto incluso de energía.

El público animó todo lo que pudo, pero la atmósfera que rodeó el encuentro y que Murray predijo el día antes de especial, cuando señaló que jugar contra Nadal la final de Madrid sería como disputar un partido de Copa Davis fuera de casa, sirvió de poco.

El arranque del encuentro ya denotó que Nadal no se encontraba cómodo con la derecha, y no sentía el golpe dulce que le hace peligroso en tierra. Durante el entrenamiento previo, cuando le tocaba subir a la red, le dijo a Murray que prefería quedarse atrás peloteando algo más porque no le entraba ni una, y la mayoría de sus golpes se iban largos, a la valla.

Estos sentimientos negativos se transformaron en realidad cuando Murray ganó 12 de los 13 primeros puntos del partido, y los ocho iniciales, con un Nadal fallón, lento de piernas y sin recursos, que necesitó irse a la red para ganar uno de ellos.

El festival de Murray prosiguió hasta el quinto juego, a los 27 minutos, cuando Nadal disfrutó dos puntos de rotura, que el de Dunblane anuló con buenos servicios.

A los 40 minutos el escocés ya tenía en su bolsillo el primer set, y lanzaba al viento y a su banquillo un sonoro «Let's go» (¡Vamos¡) con el puño cerrado. El verdugo del japonés Kei Nishikori atisbaba su primer título Masters 1000 sobre tierra batida, y ante el rival de más renombre para hacerlo.

Un parcial de 4-0 en el segundo set terminó de colocar a Murray más cerca del segundo título en Madrid, y de destronar al campeón cuatro veces y las dos últimas consecutivas.

Nadal se lanzó a un ataque a la desesperada y anotó su servicio en el quinto juego (1-4), pero su falta de continuidad chocaba con la concentración de Murray, impávido, concentrado, dedicado a lo suyo, a colocar su derecha y esperar el fallo del español.

Roma espera a los dos la semana próxima, donde Nadal defiende 600 puntos. En Madrid se ha dejado 1000 ya, justo una década después de ganar por primera vez este torneo en el Róckodromo, a cinco sets, en una final épica contra el croata Ivo Ljubicic, muy diferente a la de este domingo.

Murray por su parte, continúa su «luna de miel» con el tenis. Tras contraer matrimonio con su novia Kim Sears hace una semanas, ha ganado los dos torneos en los que ha participado. El anillo de bodas, de platino blanco, colgado en uno de los amarres de su zapatilla izquierda continúa dándole suerte.