El español Rafael Nadal celebra su victoria en la final de Roland Garros. | Reuters

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Solo Rafael Nadal, solo él mismo conoce sus propios límites. Nadie más es capaz de ponérselos a un deportista único, irrepetible, legendario. Se agotan los adjetivos para definir a un tenista que este domingo ha vuelto a lograr algo impensable tiempo atrás.

Diez veces campeón de Roland Garros, más tras firmar un torneo impecable, ganando por la vía rápida. Pasan los años y la imagen se repite en París. Un manacorí alza la Copa de los Mosqueteros y lo hace para elevar cada vez más un listón insuperable en mucho tiempo. El rey de la tierra no ha vuelto. Jamás se fue y quiere volver a ser el número uno. El mejor de todos los tiempos ya lo es, sin ningún género de duda.