Djokovic sobrevivió a un segundo maratón consecutivo, tras el que obligó a afrontar en tercera ronda el italiano Lorenzo Musetti y, de nuevo, renació de sus cenizas para agrandar todavía más su leyenda. En menos de 48 horas, el serbio ha disputado diez sets de Grand Slam y de mucha intensidad, nueve horas sobre la pista, incluido su duelo más largo en el torneo, que por dos minutos superó al que en 2013 jugó contra Rafa Nadal. Esta vez, además de al argentino Cerúndolo, tuvo que sobreponerse a unas molestias en la rodilla que le aparecieron a mediados del segundo set y que le tuvieron contra las cuerdas hasta que regresó con fuerza en el final del cuarto. Un retorno que sorprendió a Cerúndolo, el último argentino del cuadro individual, que volvió a caer en octavos, como el año pasado ante el danés Holger Rune, su techo en un Grand Slam, tras haber acariciado la victoria contra el número 1.
Djokovic se medirá por un puesto en semifinales contra el ganador del duelo entre el danés Holger Rune, séptimo favorito, o el estadounidense Taylor Fritz, 12. A los 37, trasnochar deja secuelas y el serbio, que acabó a las 3 de la mañana su duelo de tercera ronda contra el italiano Lorenzo Musetti, se resintió en forma de problemas en su rodilla derecha, que le mermaron ante Cerúndolo. Nada hacía presagiarlo cuando comenzó Djokovic se puso en modo apisonadora, pasando por encima del argentino, que por vez primera jugaba en la central de París, abarrotada en una soleada tarde, por vez primera afrontaba al número 1 del mundo y por segunda vez llamaba a las puertas de los cuartos de final. Pero en el cuarto juego, cuando el argentino tiró por tierra dos bolas de rotura, el serbio llamó a la asistencia médica y durante un buen rato fue atendido de su rodilla derecha, que de golpe y porrazo pasó a convertirse en un personaje más del partido.
Su juego bajó enteros y Cerúndolo pudo entrar en la competición, mirar a los ojos al ganador de 24 grandes, que sacaba su rostro más humano y apenas resistía a los envites del bonaerense.
Le faltó contundencia al argentino, que desperdició en ese parcial hasta ocho bolas de rotura, y solo cuando convirtió la novena se apuntó el parcial y empató la contienda. Djokovic pasaba su momento más duro, su paso taciturno por la central, sus gestos molestos, sus broncas con su banquillo y con la grada denotaban que la maquinaria no carburaba al nivel habitual. Cerúndolo también se dio cuenta y empezó a dominar los puntos, a hacer correr al serbio para poner a prueba esa rodilla, no fuera a ser una de esas artimañas que ha usado en el pasado.
Cinco juegos seguidos cayeron del lado del argentino, que pudo hacer en cabeza la carrera del tercer set, castigando al serbio que tiraba solo de galones, de experiencia, pero sin querer poner al límite su físico. A poco que fuera comprometida una bola, Djokovic se ahorraba la carrera y Cerúndolo no dejó de zarandearle, desde el fondo de la pista, exigiendo sus carreras que se hacían cada vez menos habituales. Los médicos regresaron a la pista antes de iniciarse el cuarto set y los interrogantes planeaban sobre la pista. ¿Otra gesta de Nole, apenas unas horas después del maratón contra Musetti? No pintaba bien y menos aun cuando Cerúndolo se colocó con un 4-2 y el serbio seguía medio paralizado, conformándose con mantenerse a flote a la espera de un milagro. Y se produjo. El serbio empató a 4 y, como hace dos noches, el público acudió a su rescate, los 'Nole, Nole' resonaron en la Philippe Chatrier y en la cabeza de Cerúndolo empezaba a levantarse un laberinto de difícil salida.
El bonaerense desaprovechó una pelota para colocarse 5-4 con disponer de un servicio para cerrar el partido, pero una vez más le faltó contundencia, un sacrilegio contra rivales de la talla del serbio, que no desaprovechó el regalo y forzó un quinto set. La cosa se ponía difícil para el argentino, que solo llegaba con tres partidos a cinco sets disputados, frente a un monumento como Djokovic, que tenía el público a favor y que parecía ya no sufrir de la rodilla. La experiencia fue la clave. El serbio se colocó 2-0 y, aunque Cerúndolo consiguió empatar, ya se veía que el duelo estaba en un alambre y que no hay ningún funambulista mejor que el serbio, que impuso su personalidad para seguir agrandando su leyenda.
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