¿Qué supone la visita de Barry Barish a Palma?
— Para empezar, no es frecuente que vengan Premios Nobel. Su visita es la guinda a todo el trabajo que ha realizado el Grup de Relativitat i Gravitació. Han participado en todo el proceso que ha conducido al Nobel y es el único grupo español en el proyecto LIGO. Y eso no se regala a nadie, pues son sometidos a exigentes evaluaciones. En definitiva, se trata de una contribución notable de la UIB, un importante valor añadido que demuestra que en Balears se hace ciencia y buena ciencia. Y Barish viene a Palma porque aquí trabaja el grupo de Alícia Sintes.
Alícia Sintes fue su primera doctoranda.
— Sí, y me llena de alegría cuando veo que me ha superado ampliamente. Sintes diseñó el banco de datos de los patrones de onda que han permitido identificar y detectar las ondas gravitacionales. Por eso LIGO la aceptó y su contribución es tan importante.
¿Cómo se enteró de la primera detección?
— Vino la propia Alícia Sintes a decírmelo y se me saltaron las lágrimas, literalmente. Toda la vida esperas algo así. Debo reconocer que tenía pocas esperanzas de que se diera una detección. Lo veía muy difícil, no imposible, pero creía que pasarían muchos años para ello.
Para el profano, estas cuestiones pueden resultar fascinantes, pero cuesta entenderlas y entender para qué sirven.
— Para los físicos, la detección de la señal es suficientemente importante. Las ondas gravitacionales son una predicción teórica de Einstein de hace 100 años, pero él creía que no se detectarían nunca, que la señal sería demasiado débil y que nunca habría tecnología tan avanzada para identificarla. Aun así, buena parte de la tecnología actual viene de descubrimientos teóricos. Entre que se puso en marcha LIGO y la primera detección, pasaron 21 años, pero claro, para la ciencia ese tiempo no es nada. Por ejemplo, los algoritmos calculados por Sintes han servido para filtrar ruidos en los electrocardiogramas de un hospital alemán. Y toda la tecnología puesta en marcha por LIGO tendrá aplicaciones industriales, sanitarias y en otras tecnologías y maquinarias de precisión.
La UIB, siendo una universidad pequeña, destaca por su nivel de investigación.
— En los últimos 10 años, la UIB siempre está entre los cinco primeros puestos en calidad investigadora en España. Y eso no se puede enmascarar. Y resulta especialmente meritorio en la comunidad que menos invierte en investigación, aunque es justo decir que en los últimos años se ha hecho un esfuerzo. La UIB apostó hace años por determinadas políticas y se ha creado una cultura de la investigación. Tenemos buenos investigadores, buenos equipos relevantes incluso a nivel internacional y, lo que es muy importante, se transmite el conocimiento, tiene continuidad.
Para acabar, un tema de actualidad. La UIB ha expresado su malestar por la nueva ley de contratos del sector público por dificultar la investigación.
— La ley limita a 15.000 euros por año las adjudicaciones a un mismo proveedor. Si se supera esa cantidad, hay que convocar un concurso. Por poner un ejemplo, para finales del próximo noviembre estamos organizando unas jornadas con la presencia de más de 400 personas. Pues bien, todo hay que licitarlo: viajes, catering, local… Con tanta complicación burocrática, se nos echa el tiempo encima. Pero también nos supone dificultades para el día a día de la investigación, como la adquisición de material y equipamientos. La investigación se está regulando como las subvenciones. Este concepto de investigación como subvención, como si de unas fiestas populares se tratase, es una barbaridad.
¿Todo esto es para ejercer un mayor control?
— No queremos evadir el control, pero en otros países se hace de manera diferente, se dan facilidades, aunque, por supuesto, posteriormente hay que rendir cuentas. Necesitamos un procedimiento adaptado. La ley tiene una buena intención, que es evitar el fraude, los contratos a dedo, las subvenciones arbitrarias, pero hay que tener en cuenta la singularidad de investigar.