El ejercicio 2021 se puede decir que estuvo marcado por una pura esquizofrenia estilo Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El año comenzó en plena pandemia, con restricciones y con la COVID marcando la pauta a nivel político, económico social y, por supuesto, a nivel turístico. En la segunda mitad del año, con algún que otro brote verde intermedio, la actividad turística comenzó a reactivarse de forma progresiva, más en concreto a partir de finales de junio. Ver la imagen de cruceros internacionales en el puerto de Palma, llegada de turistas al aeropuerto y que la planta hotelera optara por reabrir en un marco plagado de incertidumbres, fue positivo y esperanzador.
De junio a finales de octubre todo fue miel sobre hojuelas, porque se superaron algunos meses y semanas la actividad de 2019, un ejercicio histórico para el empleo, actividad económica, crecimiento del PIB y llegada de turistas internacionales. Ya a finales de septiembre un factor que luego se ha convertido en una auténtica lacra, como la evolución progresiva al alza de los costes energéticos, se fue instalando de forma progresiva por el encarecimiento del petróleo y, por ende, del gas y la electricidad. Nadie, ni siquiera el Gobierno que preside Pedro Sánchez, pudo saber cómo afrontar esta coyuntura tan adversa, que en el primer trimestre de 2022 ha sido clave para mediatizar el consumo, el ahorro y el precio del gas y la luz.
La guerra ruso-ucraniana ha sido la puntilla a esta situación visto con perspectiva lo que ha pasado en Balears, España y en toda Europa. A todo esto, también de forma subliminal, la inflación se fue instalando de forma progresiva, marcando tendencias y minimizando cualquier atisbo de recuperación económica. En el segundo semestre de 2021, con todos los indicadores en positivo, nadie podía predecir que en menos de tres meses todo se iría al traste. Haciendo un déjà vu, se puede hacer un paralelismo con lo que sucedió el primer trimestre de 2020, en el que la consolidación de la pandemia echó al traste las mejores previsiones turísticas y económicas. Todo hacía prever que 2020 iba a superar a 2019 en todo. Este año, también en el primer trimestre, todo iba bien, pero el conflicto bélico ha provocado otra vez que el término incertidumbre cale de nuevo en todos los sectores productivos. No basta con las buenas intenciones políticas ni decisiones a golpe de riñón en Bruselas. El problema radica en que, como siempre, Balears tiene que hacer frente a toda una serie de factores intangibles y exógenos incontrolables. La normalización pospandemia ha quedado como un sueño, pese a que todo el proceso de vacunación en nuestro país se puede considerar un éxito total. El problema radica que la gripalización de la COVID no puede hacer frente a un proceso inflacionista que en marzo de este año ha sido récord, lamentablemente, y provocado un nuevo retraimiento del consumo, crecimiento económico, actividad turística y, ante todo, confirmar que nada es seguro.l