Es historia viva del Constància, pero por encima de todo un aficionado incondicional y testigo directo de una incontable cantidad de momentos de los cien años del club de la capital de es Raiguer. Martí Llull París (Inca, 1933) es el socio más longevo de la entidad, con casi tres cuartos de siglo fiel a su cita. Actualmente es el número tres, pero por años de antigüedad, es el decano de la afición blanquinegra, por lo que ser parte de esta efeméride «me hace muy feliz, pues son muchos años siguiendo al Constància», explica este carismático seguidor, que «si no llueve o hace frío y me encuentro bien, cada partido estoy ahí. Es lo que me entretiene y me da mucha vida. He disfrutado mucho viendo fútbol. Y sigo yendo cada partido, no fallo salvo que haga mal tiempo», refiere Martí Llull, que desde pequeño ya estuvo muy vinculado al Constància.
Fue presidente por un día durante un momento clave
De hecho, su familia ha sido parte activa del funcionamiento del club. «Mi padre era el jefe de los porteros del campo. Mi hermano Sebastià, en los años 50, fue directivo, era el secretario. Y mi otro hermano, Damià, fue masajista. Los tres hermanos toda la vida hemos ido al fútbol», añade, recordando que, en su caso, «desde los dieciséis años soy socio, aunque desde los doce ya iba por el campo ayudando a mi padre, arreglando los palcos de madera que había entonces en el campo y a los que iban los señores de aquella época», rememoraba Llull, quien también «vendía entradas para la tribuna, e incluso había una época en la que los propios jugadores venían a nuestra casa a llamar por teléfono». Sus primeros recuerdos le llevan «a la Segunda División... Recuerdo bien a Corró, Company... Eran los años gloriosos, cuando pudimos haber subido a Primera...», prosigue, repasando partidos que quedan vivos en su memoria «como el que jugamos ante el Algeciras, o el famoso de Cruellas...», dice.
No pierde fuerza su pasión y cariño hacia el Constància, parte inseparable de la vida de Martí Llull, quien deja claro que es una costumbre más. «A mí no me da pereza ir al fútbol. Lo he hecho toda la vida. Es más, antes de que empiece la campaña de socios, yo ya voy a sacar mi carnet», comenta con una sonrisa.
Experiencia
Tal es la relación de Martí Llull con el Constància, que incluso fue presidente. «Lo fuí por un día y de manera accidental», apostilla. «Como socio número uno, me pidieron que me presentara para que saliera un presidente que era militar. Después, vino Ángel García, logró recomponer el club y se volvió a subir a Tercera», explica. Le vienen a la cabeza numerosos recuerdos, pero especialmente el de jugadores que forman parte de la centenaria historia del club. «Corró es el más grande. Llegó a fichar por el Barcelona ¡imagínese!», exclama orgulloso de ese futbolista y su legado.
También tiene un recuerdo especial para «Llompart, Macario, Martín, Amarilla, Ledo... Han sido muy grandes, como Zamorita y un solleric, Díaz. Como este último, no recuerdo otro futbolista como él en su categoría», refiere un Martí Llull que comparte tertulia con amigos, y a la vez recuerda con Andreu Quetglas, veterano periodista y cronista del Constància, al que le une una buena relación y que le ayuda a dar luz a sus impagables recuerdos como histórico seguidor del Constància. «Andreu tiene una mente privilegiada ¡lo recuerda todo!», dice entusiasmado.
Feliz
Tantos años apoyando desde la grada al Constància le han permitido «vivir buenos momentos, pero también algunos complicados. En cien años ¡imagine la de cosas que pasan...!», asevera Llull, un trozo importante de la historia de un club de fútbol que, recuerda, «en su momento era conocido en toda España. E incluso lo es todavía, porque en aquellos años gloriosos, y hace no tanto en Segunda B, se consiguió jugar contra grandes equipos y poner al Constància dentro del mapa del fútbol español», prosigue Martí, que vive «feliz y orgulloso» el momento de celebrar cien años de vida del club que ha sido y es una parte indisoluble de su vida. De sus raíces familiares y de los fines de semana que ha pasado animando y sufriendo desde la tribuna con el equipo de sus amores.