Ha imaginado el Madrid de 2035 y la tienda Ikea como será dentro de dos décadas. Creativo publicitario y consultor estratégico, es filósofo y ha publicado ensayos y novelas de ciencia ficción como Clon (Scyla) o Feliz Año Nuevo (Minotauro ). Luis Montero publica ahora Dejad que las máquinas vengan a mí (Enclave) y dentro de la agenda Connect’Up 2019 Start & Grow desvelará los nuevos modelos de negocio este jueves, a las 18.00 horas, en CaixaFórum, en un cóctel-networking que requiere inscripción previa en connectup@connectup.es.
Cuesta resumir su currículum. ¿En qué consiste su trabajo?
—Me dedico al diseño estratégico, ayudo a las compañías a tomar decisiones en escenarios inciertos. Por ejemplo, he trabajado en el diseño de la tienda piloto Ikea 2035, que será muy tecnológica. Y tenderá hacia tiendas temáticas que se acercarán a la ciudad. Habrá un cambio demográfico: pasamos de la pirámide a la seta por el envejecimiento de la población. Los muebles se centrarán en el cuidado de los mayores.
Si hay cambios en las casas, también los habrá en las empresas.
—El futuro será más desestructurado y más complicado, pero personalmente será más divertido. La oferta monolótica-estática ha pasado. Antes las personas de cincuenta años apenas cambiaban y ahora se adaptan a las modas y se compran lo mismo que Rosalía. También se desdibujan las diferencias entre géneros. Esos mecanismos de leer la sociedad y sus demandas han cambiado.
¿Y cómo se estructura ahora?
—Bajo cuatro pilares: la idea de riqueza tecnológica, las personas o identidades, cómo adquirimos o perdemos derechos y la mezcla de todos ellos, que se han desbaratado con la crisis de 2008.
¿Qué ocurre cuando se tambalean estos pilares?
—La última crisis económica está mal solucionada y por ahí salió ese ‘no nos representan’, que se tradujo en una crisis política. Y acaba con una crisis de convivencia, que lleva a la irrupción de Vox, el problema de Cataluña, el ‘Brexit’ o la aparición de Trump en EEUU. Lo que nos construía como cohesión social se ha roto.
Dicen que salimos de la crisis.
—Esto ya no es una crisis. Esta situación precaria es la normalidad. Ahora nos conformamos con no perder el trabajo cuando nos hemos quedado sin redes de soporte social. No es posible que tengamos que invertir en vivienda el 70 por ciento de nuestros ingresos.
¿Qué papel juega el emprendedor de ahora?
—La turistificación lleva a la pérdida de identidad y a la soberanía alimentaria. Nos hemos criado en una generación que quiere la riqueza inmediata. Antes estaba más repartida y ahora el equilibrio social se ha roto. La idea del emprendedor es la de jugar a la acumulación de capital, a pegar el pelotazo como en Silicon Valley. Pero veo a muchos emprendedores de mi generación que son juguetes rotos o que se fanatizan. La idea es que se planteen modelos de negocio que sean correctos y permitan recuperar la riqueza a la sociedad.
El futuro no es nada halagüeño.
—Ahora se ha puesto de moda el diseño de futuros porque ya está todo diseñado y nos basamos en la reflexión. En Madrid trabajo con varios diseñadores en el colectivo Madrid Speculative Pictures y hacemos una proyección de cómo será la ciudad y vamos hacia una distopía bestial. El horror es una especie de consuelo en el patio capitalista. Acudimos a la distopía para consumir futuros porque nuestros presentes son cada vez más cafres, una advertencia del cambio social del hipercapitalismo. En la precarización de nuestra vida siempre compites contra el mercado pero siempre gana.
¿Qué pasa con Palma?
—El Casc Antic de Palma es una ciudad fantasma solo para turistas con doble escala de precios. Hay un equilibrio muy precario entre los sectores y nos devoran los sueldos.