Las plataformas de economía colaborativa que ponen a disposición alquileres turísticos en pisos particulares enriquecen la oferta, pero deben someterse a «regulación y control» para que el asunto «no se vaya de las manos». Así lo considera el profesor de Empresa y Economía de la Universitat Abat Oliba CEU, que durante tres años fue director gerente de Turismo Juvenil de Catalunya, Benet Maimí.
A su juicio, no someter a regulación a este tipo alojamientos de economía colaborativa puede suponer «un agravio comparativo» respecto a los hoteles y apartamentos que tienen que cumplir una serie de requisitos legales. Si no se equipara el control, se produciría una «desventaja competitiva», además de una situación de inseguridad jurídica para el viajero, argumenta Maimí.
Aunque la degradación del tipo de turismo que acude a Barcelona no puede atribuirse directamente a la proliferación de esta clase de alojamientos, Maimí señala al problema que se deriva de la degeneración de la fórmula. Al principio, el hospedaje en casas de particulares era empleado testimonialmente por familias. Numéricamente no causaban ninguna distorsión en el mercado y tampoco alteraban la vida de los vecindarios. Cosa que sí sucede ahora, que se ha multiplicado exponencialmente el número de viajeros que acceden a este tipo de pisos, lo que da lugar a situaciones de colisión con los residentes habituales. «No se puede meter en mitad de una escalera en la que vive gente normal a un grupo de turistas cuyo único objetivo es la vida nocturna», señala.
Al final, insiste este profesor de la UAO CEU, «es cuestión de regular. En Catalunya tenemos un miedo enorme a hacer cumplir la ley, pero está demostrado que es más fácil recurrir a la norma cuando el problema está en sus orígenes que cuando éste ya se ha hecho demasiado grande».
A su juicio, la capital catalana también tendría que plantearse si está aceptando una carga turística superior a la que puede soportar. «Tendría que hacerse una reflexión, pero en una mesa en la que estuvieran representados todos los agentes: autoridades, vecinos, hosteleros o comerciantes». Urge hacerlo porque, dada la situación actual, Barcelona corre el riesgo de «cargarse su modelo turístico».
Sin embargo, Maimí todavía es optimista y ve muchas posibilidades de corregir la situación. «Barcelona tiene suficientes recursos para atraer a un turismo de alto nivel. Hace falta regular lo que hay y recuperar la buena marca de Barcelona».