Dentro del concepto de sostenibilidad económica, debería citarse con mayor frecuencia la enorme importancia de la educación, en especial, entendida como un proceso a lo largo de toda la vida.
La revista The Economist en su número del 14 al 20 de enero, ofrece un informe especial dedicado a la formación a lo largo de toda la vida, algo que refleja en su portada con el llamativo titular: Lifelong learning: How to survive in the age of automation.
Lifelong learning se constituye como una necesidad, no es una simple opción. Una mayor esperanza de vida, libre de discapacidad, junto al cambio tecnológico que experimenta la sociedad entera, las empresas y las organizaciones en el uso de las tecnologías. Debido a ello, todo profesional que se proponga avanzar, o no quedar rezagado, tiene que formarse continuamente, con independencia de la edad y de la situación personal.
Mediante dicho entrenamiento constante, se obtiene un mayor nivel de empleabilidad o capacidad de emprender nuevas actividades con valor económico y social.
En este campo las cosas están cambiando de forma acelerada, tal como destaca el editor de The Economist, Andrew Palmer, cuando escribe: «El cambio tecnológico demanda mejores conexiones y más intensas entre educación y empleo» (Special Report: Lifelong education, pág. 5).
Del conjunto de artículos que publica The Economist en el informe citado, pueden destacarse, para las próximas décadas, algunas tendencias o consejos:
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Crece la importancia de las habilidades de tipo emocional y de capacidad de liderazgo transformacional.
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Junto a la educación formal, las universidades deben enseñar a desarrollar la curiosidad intelectual y las ganas de aprender durante toda la vida.
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La educación adquirida tiene relación con los niveles salariales que se alcanzarán en el devenir profesional.
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Las universidades deben adaptar, de forma ágil, su oferta formativa a la evolución de la tecnología y de la sociedad.
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Los trabajos rutinarios tienden a decrecer.
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Debe fomentarse la creatividad, en la vida universitaria y en las organizaciones y empresas.
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Debe potenciarse una actitud emprendedora en sentido amplio, tanto para la creación de empresas, como para potenciar el intra-emprendimiento en las organizaciones grandes.
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David Deming de Harvard Kennedy School destaca la importancia de las habilidades sociales en el desarrollo de oportunidades profesionales.
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De entre las habilidades sociales, hay tres aspectos considerados básicos: La creatividad, la buena actitud ante la resolución de problemas y la empatía.
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Es muy importante convencerse de que las habilidades pueden adquirirse y potenciarse.
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Gana importancia la investigación interdisciplinar.
Los textos de The Economist destacan la correlación indiscutible entre formación y empleabilidad.
Artículo de Joaquín Solana. Profesor del grado en Dirección de Empresas, Uiversitat Abat Oliba CEU.