Sus últimas pinturas, papeles y relieves en los que el dibujo oscila entre dos posibilidades aparentemente opuestas: sus conocidas composiciones reticulares de clara inspiración musical, y otras obras en las que las líneas no parecen estar sometidas a patrones ortogonales sinoque conforman intricadas composiciones. Cual vectores imantados, gravitan aparentemente ajenos a intenciones compositivas clásicas, pero formando un entramado tan abstracto como sugerente. El dibujo se manifiesta en esta ocasión de una manera menos escueta y fragmentaria. El vacío se revela como parte fundamental de la composición. En su densa atmosfera flotan dinámicas estos segmentos angulares dentro de un espacio mensurable y pictórico.
La paradoja está inserta en la mirada de Emilio Gañán al abordar al mismo tiempo la representación del objeto, la línea y el plano como entes autónomos, y el propio objeto construido (y constituido) por ese vocabulario esencial e infinito en sus posibilidades. El pintor concibe la exploración de este universo en ciclos lentos y profundos. La síntesis de la forma se consigue a través de un riguroso proceso de depuración donde también irrumpe el subconsciente que propone soluciones formales insólitas.