‘Ball de Cultures’ de Miquel Sarasate es un conjunto espectacular. | JOSEP GALLARDO

Las rotondas son algo muy mallorquín. La primera en todo el Estado, con prioridad de paso a su interior, se construyó hace ya 46 años en Palmanova y tras ella llevan casi medio siglo organizando el tráfico. Pronto el terreno baldío en su centro empezó a considerarse una oportunidad para ir más allá de las simples plantas ornamentales y dotarlo de una cierta utilidad. Entonces una nueva manera de ver el arte o los elementos tradicionales se introdujo en las carreteras.

Ilustrar la etnografía es otra de las funciones que se han dado a rotondas como las que están a la entrada de Algaida o Montuïri.
Ilustrar la etnografía es otra de las funciones que se han dado a rotondas como las que están a la entrada de Algaida o Montuïri.

No pocos artistas han usado las rotondas para situar sus obras, en muchos casos por la oportunidad inmejorable de disponer de un espacio amplio y con una gran visibilidad. La carretera entre Palma y Manacor no es una excepción y son varias las piezas que se pueden descubrir en su trayecto. Todas ellas están recogidas en un volumen de gran interés, elaborado por Margalida Tur, Gaspar Valero y Antoni Gorrias y con las fotos de Josep Gallardo, que ilustran también este reportaje. El libro, publicado por el Consell de Mallorca, se titula ‘Patrimoni i Obres Públiques a Mallorca’.

En la rotonda que enlaza Felanitx y Petra, cerca de Manacor, se encuentra un conjunto escultórico difícil de ignorar, el ‘Ball de Cultures’ de Miquel Sarasate. Dos grupos de diez bailarines ilustran las relaciones humanas cotidianas, que son elemento recurrente en las creaciones del escultor artanenc. Con alturas de hasta 5 metros, cada figura es un homenaje al pueblo mallorquín.

En la entrada de Algaida, se encuentra una escultura en marès de Santanyí, que une a la perfección el arte y la difusión del patrimonio tradicional. Está dedicada a los Cossiers d’Algaida y representa a uno de los personajes de esta danza, que se realiza en el pueblo el 16 de enero, Sant Honorat, y el 25 de julio, Sant Jaume. Obra de Antoni Millas, lleva desde 2005 difundiendo este elemento cultural. Las rotondas también sirven para dar proyección a peculiaridades de los municipios, no solo arte, cultura o tradiciones, sino también industrias que han marcado el desarrollo. La Direcció Insular de Carreteres rindió en 2006 homenaje a los peones camineros con las figuras presentes en la entrada de Montuïri. Es un conjunto que mezcla material real, una apisonadora fabricada en Bilbao, con dos esculturas que representan a dos operarios, uno conduciendo la máquina y otro con un capazo de gravilla. Esculpidos también por Millas, su presencia ilustra la labor de los que cuidaban de las carreteras y que gozaron de una gran popularidad en la Isla.

Siguiendo hacia Manacor, se encuentra una estampa de las labores tradicionales del campo. Ilustrando su desarrollo tecnológico, la rotonda de Sant Joan, en Vilafranca, recoge varios elementos que se remontan hasta los años 40. Son un arado mecánico, una trilladora mecánica y un pozo. El arado y la trilladora, fabricada por Batle, se usaron hasta los 70, cuando fueron sustituidas por maquinas más modernas. Con estos elementos se quiere recordar la actividad agrícola del Pla e ilustrar su evolución.