Comunicar, tener la oportunidad de compartir con los demás, lo que para mi ha sido tanto pasión como vocación en los últimos 42 años es toda una satisfacción. Poder trasmitir algunas de las cosas que he ido aprendiendo en todo este tiempo en mi quehacer como Médico de Familia es tanto un reto como un regalo. Hay muchas formas de hacer una columna hablando de Medicina, y yo espero que mi inexperiencia me ayude a huir del estilo 'eminente' que en el fondo tan poco me va.
Empezaré por definir que en mi visión de la medicina, mi trabajo, la mayoría de las veces es acompañar a mis pacientes a lo largo de sus vidas, e intentar remediar lo remediable, aplacar loa aplacable y, en el peor de los casos, estar a su lado.
El especialista hospitalario entra de puntillas en la vida del paciente, se la juega a una carta, y normalmente, salvo que exista algún seguimiento, no vuelve a interferir más en su vida. Ellos son corredores de 100 metros, muy eficientes en cortas distancias. Nosotros los Médicos de Familia somos corredores de fondo, y tenemos infinitas oportunidades de interacción con nuestros pacientes. Nuestra forma de 'correr' es muy distinta, tenemos más oportunidades, tantas como interacciones, pero también hemos de conseguir en el paciente un apego que permita la continuidad.
El Médico de cabecera no se la juega habitualmente a una carta, y una vez establecida la relación de confianza mútua adecuada la proximidad emocional nos permite llegar a una dimensión muy real de su totalidad lo que hace nuestro trabajo algo mucho mas fácil.
Yo tengo pacientes que lo son desde hace 40 años de manera ininterrumpida. Y en muchas ocasiones también soy el medico de sus hijos y hasta de sus nietos. Hemos envejecido juntos y nos conocemos bien.
Otro tema, para ir definiendo bien el escenario en el que nos movemos los Médicos de Atención Primaria es el tema de la incertidumbre. En el escenario Hospitalario tienes acceso a un sin número de pruebas, y de especialistas, de un modo casi inmediato. En un hospital nunca estás solo. Nosotros, aunque en los Centros de Salud cada vez tengamos más tecnología diagnóstica, seguimos siendo unos solitarios corredores de fondo, (parodiando el título de la excelente película Tony Richardson de 1962 La soledad del Corredor de Fondo) en situaciones de incertidumbre donde hay que tomar decisiones basadas en muy pocas pruebas.
Lidiar adecuadamente con la incertidumbre es una clave para realizar adecuadamente nuestro trabajo en Atención Primaria. Hay que tomar muchas decisiones, sin tener todas las cartas sobre la mesa, y en ello la experiencia que no es mas que un uso adecuado de la estadística, ayuda mucho.
Siempre recordaré en mis principios de médico del Urgencias en Alcazar de San Juan, recién terminada mi formación como médico. Me llamaron de un domicilio de un joven diabético insulinodependiente con nauseas y vómitos. En el transcurso del recorrido que me llevó hasta la casa del paciente, y mientras conducía y la encontraba a golpe de callejero, estuve pensando en un coma cetoacidotico diabético como una aterrorizada posibilidad. Expectativas que no coincidieron en mucho con el cuadro clínico real.
Por aquella época recuerdo llevar una cartera inmensa donde había absolutamente de todo, y por supuesto un cuaderno que aún conservo con mis 'chuletas', árboles de decisión y dosis de todas y cada una de las más terroríficas urgencias a las que podía enfrentarme. Recuerdo también, a los pocos meses, ya de eventual en un pueblo de la Mancha, cómo lo que era un mero atracón de setas inicialmente lo vi como una intoxicación por setas venenosas.
El manejo de la incertidumbre es algo que aprendes con el tiempo, y obviamente lo más frecuente es lo más frecuente, y si hay una explicación frecuente, y sencilla, para algo, mejor no buscar otra complicada.
En mis primeros años de rodaje aprendía algo que nadie me había contado en la Facultad y es a que no estás obligado a saberlo todo, y menos todo en todo momento. Cuando he tenido alguna duda sobre algo en algún paciente, siempre he anotado mi duda, para después estudiarla antes de tomar una decisión. Ahora, gracias a Internet, a veces las dudas las subsano sobre la marcha y con el paciente dentro de la consulta. Mis 'necesidades percibidas' han sido un reto permanente que me han impedido entrar en el limbo de la obsolescencia. Ser consciente de que hay algo que no dominas es un buen reto para seguir aprendiendo y sobre todo una cura de humildad diaria. Llevarme esas listas a casa han tenido mi ego a raya durante todos estos años.
No querría concluir esta 'presentación' sin acabar diciendo que para ser médico, te ha de gustar la gente. Desde una postura absolutamente técnica y solo con conocimientos es muy difícil dejar que te dejen irrumpir en su mundo sin que eso suponga un acto de violencia. Que te sientan cercano e interesado por ellos, y que esa cercanía no sea algo premeditado, estudiado o artificial, sino basado en una actitud humana compasiva.
Hace un par de meses sufrí una intervención quirúrgica pequeña, y tras terminar tenía que incorporarme de la mesa de quirófano. La enfermera me ofreció su brazo para sujetarme. Ese contacto que percibí y que agradecí de una manera infinita, es una metáfora de lo que intento expresaros.
Acabaré esta primera columna diciendo que yo soy un 'Médico de Letras'. Hablaba de esto hace unas semanas en una entrevista en TV hablando de la 'Comunicación con los pacientes en tiempos de Covid' y en donde participaba Maria de la Pau Janer, viuda de Joan Corbella, psiquiatra. Ella desveló que su marido también se consideraba un 'médico de Letras'. «El médico que sólo sabe medicina; ni medicina sabe», es una conocida frase que se le atribuye equivocadamente al químico y microbiólogo francés Louis Pasteur, pero que en realidad es del polifacético médico catalán José de Letamendi y Manjarrés (1828-1897), quien fuera catedrático de anatomía en la Universidad de Barcelona, donde obtuvo su grado y, luego, de patología en la Universidad Central de Madrid; académico, colaborador en varias publicaciones médicas y defensor del humanismo en la medicina, Letamendi cultivó también la poesía, la música y la pintura, además de escribir más de mil artículos y varios libros.
José Manuel Valverde Rubio
Médico de Familia, Psicoterapeuta y Sexólogo.