Tous tenía mucha ilusión, pero no las tenía todas consigo. En aquellos momentos se editaban en Palma ocho diarios. Los principales eran Diario de Palma, El Isleño, El Noticiero Balear, El Católico Balear (El Áncora) y La Almudaina, así que también nos podemos imaginar la sorpresa de sus propietarios al ver aquella nueva incursión en su terreno.
Pero el joven y ambicioso editor tenía una gran visión comercial, e intuyó que en la prensa había una oportunidad de negocio. Se había dado cuenta del retraso con el que los diarios publicaban las noticias, y pensó en diferenciarse de ellos con informaciones del mismo día, no del anterior. Lo sacaría a la calle a las siete de la tarde, o antes si fuera posible, así que lo llamaría La Última Hora. También se diferenciaría en que no sería de ningún partido, sino que sería su diario: habría muchas informaciones, sería interesante de leer, independiente y algo mordaz.
Así que el primero de mayo de 1893 salió a la calle La Última Hora con un sinfín de novedades. Entonces era práctica habitual que los partidos políticos tuvieran redactores en los diarios, que informaban sobre la actualidad desde puntos de vista ideológicos. José Tous sería el primer editor de Mallorca que pagaría a los periodistas para que contaran lo que oían y veían. También contrató corresponsales en los principales municipios, y les pidió que le comunicaran las noticias urgentes por telégrafo: de hecho, nos consta que fue el primer diario de Mallorca que disponía de este aparato de transmisiones en la propia Redacción.
La Última Hora también sería el primer diario que se vendería en la calle y a gritos, llamando la atención del lector. Hasta entonces los periódicos se repartían sólo por suscripción, no se encontraban en la calle. El primer día ya se oyó lo que durante más de cien años fue un clásico en las calles de Palma: «s?Ultima Hora, amb ses notícies d?avui». Si había ocurrido una calamidad, los vendedores cambiaban el «notícies» por «desgràcia». El diario era pura inmediatez. Pero José Tous también revolucionó el mercado de la publicidad. Antes, los diarios no cobraban por insertar anuncios, sino que realizaban intercambios con los comercios o entregaban cupones a los suscriptores para que obtuvieran descuentos en esas tiendas. Tous cambió con éxito el sentido, y convirtió la publicidad en una fuente directa y adicional de ingresos con la que mantener su independencia.
Esta independencia se manifestó ya en el primer número del diario. La idea de José Tous era fundamentar La Última Hora sobre los mismos pilares que, curiosamente, la sostienen hoy en día, y que lo han hecho a lo largo de su historia si exceptuamos la forzada sumisión al régimen franquista. Tous quería ofrecer las noticias más ?frescas? e interesantes, y escritas de manera literaria y amena, con secciones de divertimiento, cuchicheos, notas de sociedad, sucesos y folletines, es decir, novelas por entregas tan de moda en aquella época.
Ilusión y eficacia
La sede de La Última Hora estaba situada en un edificio, hoy desaparecido, llamado sa illeta de Cort, justo enfrente del edificio consistorial. Desde el balcón de ses cases de la vila se veía el gran letrero de la Librería Tous, donde su propietario incluyó el rótulo de ?Administración e Imprenta de La Última Hora?. Sa illeta creaba un carreró que discurría desde la calle Colom hasta la Costa den Brossa.
Y fue allí, en el corazón de Palma, donde José Tous activó un negocio eficaz. Como emprendedor y comerciante, sabía que su diario debía contar con una buena administración. En ese despacho se contrataría y pagaría la publicidad; se contaría el dinero de las ventas de periódicos; y se realizarían los pagos a los periodistas, impresores y proveedores. Al mando de aquel negociado estaba Monserrate Barrera que, entre otras ocupaciones, distribuiría a los voceadores en los distintos puntos de Palma y ordenaría los paquetes para que fueran enviados a la Part Forana por ferrocarril y diligencia. La importancia de Barrera era tal que se fotografió en la mesa de redacción con el director y los periodistas.
Los periodistas iban a reunirse y a escribir en una gran mesa ovalada de la misma librería, iluminada por una lámpara de techo. Las paredes de esta sala estaban decoradas al estilo modernista. Entonces no había máquinas de escribir: las célebres Underwood que utilizaron todos los diarios del mundo no se fabricaron hasta la década de los años 20 del siglo XX... y funcionaron hasta entrada la de los 70. Se escribía a mano con pluma y buena letra, para facilitar la lectura del director y de los tipógrafos.
Entre las grandes innovaciones del diario consta el servicio telegráfico en la propia redacción, sin pasar por las oficinas públicas. Por telégrafo llegarían las noticias importantes y urgentes de manera breve y concisa de la Península o de los pueblos de Mallorca. A través del correo ordinario, es decir, dentro de un sobre y en barco desde Barcelona, lo harían las crónicas informativas de los corresponsales o las columnas de los grandes articulistas. En la Palma de 1893 ya había algunos teléfonos en Palma, pero el diario no anunciaría el suyo hasta semanas después de la salida.
José Tous era el propietario y editor. Como tal, orientaba la línea informativa y se ocupaba del negocio en general. Juan Luis Estelrich figuró como director de los primeros números. Era la ?mano derecha? de Tous. Supervisaba los originales y las pruebas, es decir, la calidad de los contenidos. También autorizaba su publicación.
Aquel primero de mayo José Tous tuvo suerte: el día anterior se había registrado un suicidio en Palma. Sus periodistas realizaron una descripción detallada del suceso, con una espléndida redacción. Pero aquello tendría su coste. El diario estaba terminado e iba a salir a primera hora de la tarde sin aquella noticia. Tous decidió incluirla. El taller tuvo que rehacer las páginas, y la aparición del primer ejemplar se retrasó a las 19 horas.
La imprenta estaba situada en un local muy pequeño, que Tous había arrendado. El taller contaba con una máquina plana ?Marinoni? y dos sencillas ?minervas?, de técnica similar a las que aún funcionan en Mallorca para confeccionar papelería. Se accionan a mano o a pedal, y son de producción muy lenta, casi artesanal.
Se debía respirar un fuerte olor a tinta mezclado con polvo de papel en el minúsculo espacio. Lámparas de gas iluminaban el local. La actividad de los operarios trajinando con dificultad de aquí para allá cuartillas, pliegos, botes de tintas, cuerdas, trapos, platinas de metal..., debía ser frenética y desordenada. «Era la más elemental imprenta, pues en ella sólo había las más elementales cajas de composición. Apenas se podía dar un paso en aquel departamento, que a la par servía de almacén de papel, cajas de sobres y globos Mongolfiers, que allí mismo se confeccionaban para ser la alegría de los pequeños», recordó el redactor José Vives Verger años después.
Un único tipógrafo compuso el primer ejemplar, que fue excepcionalmente pequeño. Sus dimensiones fueron de apenas 30?7 x 23 centímetros en cuatro páginas. Si el diario no era bien aceptado, Tous lo iba a cerrar; si funcionaba, ya contrataría a más tipógrafos y operarios.
La primera tirada del diario fue discreta, apenas 500 ejemplares, según crónicas de la época, así que se distribuiría en Palma y algo en la Part Forana. Sabemos que decenas de ejemplares se regalaron a entidades culturales y sociales, y otros tantos se entregaron en las casas de ?senyors? de Palma y a conocidas personalidades de fora vila para procurar que se suscribieran. El precio del ejemplar era de 5 céntimos de peseta, menos de medio euro actual.
Tal día como hoy hace 125 años era lunes. Entrado el anochecer, lloviznaba sobre Palma. José Tous veía entre angustiado y orgulloso cómo salían de su imprenta los vendedores con los primeros ejemplares de La Última Hora. Consciente de sus limitaciones, había escrito de su puño y letra el artículo editorial más humilde que jamás se habrá publicado en el alumbramiento de un diario: «La pequeñez de lo poquísimo que valemos...».
«¿Qué dirá la gente de mi periódico? ¿Llegaremos a final de mes?», debía pensar José Tous mientras observaba la frenética y desordenada actividad en el número 2 del carrer de la Llum.