La Diputación de Zaragoza (DPZ) ha celebrado este jueves una jornada de sensibilización previa al 8 de marzo en la que se ha presentado el libro 'Las mujeres que fuimos', escrito por la periodista Marian Rebolledo y editado por la institución provincial, que ensalza las labores desarrolladas durante décadas por las mujeres en el mundo rural en trabajos que en parte ya han desaparecido como el de amortajadora, taquillera o vajillera.
En declaraciones a los medios de comunicación previas al acto, celebrado en el Palacio de Sástago de la capital aragonesa, la diputada delegada de Igualdad de la DPZ, Manuela Berges, ha elogiado el «arduo trabajo» que han llevado a cabo las mujeres en el medio rural.
«Hablamos muchísimas veces de lo que es la desigualdad en los centros urbanos y lo que nos está costando llegar a esa igualdad plena y tenemos que tener muy presente que en el medio rural las mujeres tenemos otro hándicap muy importante que es el territorio», ha apuntado, en referencia a que, en Aragón, en el 80% del territorio vive el 20% de la población, lo que dificulta a las instituciones hacer llegar las ayudas a las mujeres. Así, Berges ha ensalzado el trabajo y el «sufrimiento» de todas estas mujeres. «Hoy nosotras somos porque ellas un día fueron», ha remarcado.
«Tenemos que seguir luchando no sólo en avanzar en esa igualdad, sino en mantenerla porque todos somos conscientes de que hay algunas de las instituciones que se han descolgado de esta lucha por esa igualdad», ha añadido.
En todo caso, ha recalcado que, junto con el Gobierno de España, la DPZ está «al frente» y que se va a dejar «la piel» en la lucha por la igualdad. «Vamos a seguir intentando que las mujeres en el medio rural puedan tener unos medios los suficientemente dignos para tener conciliación, para tener una ayuda para desarrollar su vida», ha añadido.
Por último, la diputada ha querido enviar a todas ellas «un halo de esperanza» y «decirles que somos mujeres y que estamos muy orgullosas de serlo, que somos madres, que somos hijas y que somos la mitad de la población, que somos indispensables para el desarrollo de una vida en común y una democracia plena».
El trabajo de mujeres anónimas
La autora ha agradecido a la institución provincial su apoyo en la edición del libro, que da voz «a mujeres anónimas que nunca se han dado importancia a sí mismas» y lo hace a través de testimonios de mujeres y hombres. De esta forma, no sólamente aparecen voces femeninas, sino también otras masculinas que recuerdan a sus madres o a sus abuelas.
Frente a los relatos de «la primera abogada» o «la primera médico», más estudiados, este es un libro en el que, «por primera vez, la gente común y corriente tiene voz en el tema del trabajo» y en el que aparecen las jornaleras, las modistas o las sirvientas, algunas de ellas presentes en el acto.
Rebolledo ha confiado en que este libro «nos haga mirar alrededor de nuestras propias familias y preguntarles a nuestras madres, nuestras abuelas o nuestros abuelos qué recuerdos tienen de antaño, a qué se dedicaban las mujeres de la familia, que seguro que nos sorprendemos».
De hecho, ha subrayado que hay estudios que afirman que es precisamente la mujer la que fija la población en el medio rural, además de protagonizar la parte de convivencia más «bonita» y «humana» de los pueblos, embellecían las calles, las barrían o hacían sonar las campanas durante las fiestas. Una de ellas es Sacramento, de Pastriz, uno de los «descubrimientos» del libro, que ha tenido una vida «muy dura», pero es «muy feliz».
Historias entrañables de oficios ya desaparecidos
Entre las historias más entrañables de 'Las mujeres que fuimos', Marian Rebolledo ha citado a un hombre que ha contado la historia de su abuela, que era amortajadora en Sádaba, u otro cuya abuela iba vendiendo vajilla por los pueblos.
«Todas son historias diferentes porque son oficios femeninos que ya no existen. De hecho, muchos de ellos se los ha llevado el progreso por delante, pero eran todos oficios durísimos», ha remarcado.
No obstante, ha lamentado que han tenido un hándicap añadido, que es que han llegado a la edad de jubilación y muchas de ellas no habían cotizado, por lo que no han accedido a una prestación, lo que «todavía añade más dureza a unas vidas ya de por sí muy complicadas».
El libro recoge relatos de distintas décadas: desde finales del siglo XIX a una mujer que trabajó como taquillera y que ahora tendrá «cincuenta y tantos años», pero todos con el hilo conductor de que se trata de oficios que han ido desapareciendo y que ejercían, básicamente, las mujeres.
'Las mujeres que fuimos' es un proyecto que nace de una exposición homónima que se exhibió el año pasado en el paseo de la Independencia de Zaragoza, también con motivo del 8M. «Era lo que le faltaba a esa exposición y se completó con una serie de trabajos más rurales», ha señalado la autora.
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