La actuación presentada hoy ha consistido en renovar el pavimento del templo dejando a la vista las tumbas que se encontraron bajo la solera. Para ello se ha colocado una estructura de acero y vidrio pisable en el ábside y junto al muro oeste de la iglesia. El resto del suelo se ha cubierto con losetas.
También se ha drenado un muro para retirar las aguas que le afectaban, se han limpiado y protegido con goterones los contrafuertes exteriores y se han iluminado los fosos que permiten ver las tumbas, en los que también se han expuesto otros restos arquitectónicos: tapas de sepulturas, arquivoltas*
"La ermita de San Gil Abad es un edificio verdaderamente excepcional. Marcó un punto de inflexión en la transición del románico al gótico y es la obra cumbre del estilo hispano-languedociano que el rey Alfonso II trajo a Aragón procedente de la Provenza.
De hecho se convirtió en un modelo a seguir en la construcción de otras iglesias y tiene muchas similitudes con la sala de Doña Petronila del palacio real de Huesca", ha destacado Ladrero, que además ha recordado que en este templo cincovillés trabajó el célebre maestro de Agüero.
«En San Gil esculpió la primera de sus características bailarinas contorsionistas, y sin duda las escenas de la vida de Cristo de esta iglesia le inspiraron a la hora de plasmar ese mismo tema en los claustros de San Pedro el Viejo y San Juan de la Peña», ha señalado la vicepresidenta.
Ladrero también ha subrayado que la iglesia de San Gil es «el mejor ejemplo» de cómo los planes de restauración de la Diputación de Zaragoza han permitido rehabilitar «decenas y decenas de monumentos» de la provincia.
«Somos la institución que más ha hecho por el patrimonio de nuestros municipios. Llevamos más de cuatro décadas dando ayudas para recuperarlo y por supuesto seguimos manteniendo esa apuesta decidida. Porque sabemos que para las gentes de nuestros pueblos tiene un valor sentimental que es aún más importante que su valor histórico-artístico o su potencial turístico», ha explicado la vicepresidenta.
El edificio
La iglesia de San Gil de Luna se consagró en el año 1170. Está construida en sillería de piedra arenisca y es un templo de planta rectangular, nave única y ábside poligonal. La nave se cubre con bóveda de cañón apuntado apoyada en arcos fajones apuntados, mientras que la cabecera lo hace con bóveda de paños.
En el alzado interior destaca la arquería ciega que recorre el ábside y se prolonga por los muros laterales hasta mitad de la nave. La decoración interior se completa con la bella talla de los capiteles, en los que el maestro de Agüero y otro escultor que guarda similitudes con el maestro Leodegarius representaron escenas de San Gil y de la vida de Cristo, así como con los restos de pinturas conservados en el muro sur de la nave.
En contraste, el exterior es muy sobrio, con sencillos contrafuertes recorriendo el perímetro, tres vanos abocinados en el ábside que sirven para iluminar el interior junto a un óculo en el muro de los pies.
En cuanto a las portadas, la del muro oeste, en los pies, muestra una sencilla composición en arco de medio punto dovelado, mientras que la portada norte, también en arco de medio punto, presenta un tímpano esculpido con una escena de la vida del santo titular enmarcada por dos arquivoltas apoyadas en jambas de figura de apóstol.
Las sucesivas restauraciones
La ermita fue declarada monumento arquitectónico artístico en 1921 y actualmente está protegida como BIC. Las primeras actuaciones de rehabilitación se acometieron en los años cincuenta, pero el grueso de la restauración se ha llevado a cabo por fases desde los años noventa con una inversión que en el caso de la Diputación de Zaragoza supera los 350.000 euros.
Las últimas actuaciones, ejecutadas desde el año 2018, consistieron en colocar micropilotes a 12 metros de profundidad para asentar el terreno sobre el que se asienta la iglesia y evitar así los graves daños que estaba provocando el deslizamiento de las capas de limos que existen entre la roca arenisca.
Además, posteriormente se descubrió una gran grieta en la roca, oculta bajo unas capas de tierra suela, que suponía una amenaza aún mayor para la estabilidad de la ermita y que se neutralizó 'cosiéndola' con grapas metálicas.
En la siguiente fase de la rehabilitación se repararon las grietas y las fisuras provocadas por el deslizamiento y la grieta y se continuó con la restauración y la limpieza de los muros y de elementos como las basas, las columnas y los capiteles del interior del edificio.
También se levantó el pavimento de hormigón, y fue entonces cuando en la zona del ábside se encontraron las tumbas que se han dejado a la vista en la actuación ahora inaugurada.
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