«No me veo tras la mesa de un despacho», confesaba la directora y
bailarina del Ballet de Marsella, Marie-Claude Pietragalla, que
interpreta a Julieta en la versión de «Romeo y Julieta» que se
representa esta noche en el Auditòrium de Palma. «He de estar con
los bailarines sobre el escenario para trabajar directamente con
ellos, experimentar y transmitir lo que yo conozco de la danza,
algo que yo viví cuando empezaba en la Ópera de París bajo la
dirección de Rudolf Nureyev. Ahora bien, iré dejando poco a poco el
ballet para dar vía libre a los nuevos talentos, algo, que por otra
parte, viene implícito en mi rol de directora».
Y dentro de esta línea están todos los cambios que se han
producido desde la llegada de Marie-Claude al Ballet de Marsella,
que está luchando por desanquilosar el mundo de la danza. Para ello
ha limitado el número de protagonistas, ampliando el número del
cuerpo de bailarines, del que la joven directora escoge a los
primeros bailarines «lo cual alimenta la competencia entre los
bailarines, pues en la vida nada es para siempre y hay que seguir
trabajando y superándose día a día, y a ello contribuye el hecho de
que de cada producción tengamos un doble reparto».
La introducción de nuevos repertorios es otro de los objetivos
de la sustituta de Roland Petit, que aunque ha venido a Palma con
un clásico, pretende que «el ballet no sea mirado como una pieza de
museo, por lo que hay que hacer algo para que se adapte al mundo
actual, aunque sea con un lenguaje clásico. Cuando llegué al Ballet
de Marsella me encontré con una compañía de bailarines plenamente
clásicos, pero que desde que empezamos a trabajar otras vertientes
han cambiado con facilidad, ahora cuando bailan dejan entrever su
personalidad».
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