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El escultor suizo afincado en Mallorca Albert Rouiller falleció ayer en su país de origen a causa de una larga enfermedad.

En 1997, el artista inauguraba una exposición en Manacor titulada «Mutantes», un giro en su camino artístico. En una entrevista concedida a Ultima Hora señalaba que «mi obra ha cambiado porque ha variado mi concepción del mundo. Todo surgió a raíz de un problema de salud. Sufrí una fibrosis pulmonar que me tuvo tres meses en el hospital, muy cerca de la muerte. Al salir, mi visión de la vida ya no era la misma. Ahora utilizo mucho el color, que para mí es como una terapia. Uso los colores vivos porque quiero poner un poco de alegría en este mundo tan triste. Quiero que la gente, cuando mire mi trabajo, se sienta dentro de una isla, que sean alegres como yo».

Albert Rouiller (Ginebra, 1938-1999) era un hombre alto, fuerte como un roble, de cara rubicunda y barbuda, de mirada suave. Vivía en las afueras de Portocolom, entregado al arte, a la escultura y a la pintura. Roullier nunca escondió su admiración por Chillida: «Antes los críticos lo primero que decían era que mi obra estaba muy cerca de Chillida. Era verdad. Soy amigo de Chillida y él conoce mi trabajo. Pero nunca busqué copiar a Chillida, lo que pasa es que hemos seguido una evolución parecida, un camino similar. Nuestro sentimiento es el mismo». Rouillier afirmó en sus últimos años de vida que su obra «está más cerca de la poesía. No quiero expresar nada exacto con mi trabajo, sino mi mundo, el del joven abuelo que soy yo».