El pianista y compositor David Peña «Dorantes» lleva tras de sí
toda una herencia flamenca de la que no quiso escapar cuando
comenzó su carrera en el mundo de la música. No obstante, este
joven, perteneciente a una de las familias flamencas con más
tradición, los Peña, de Lebrija, abrió su horizonte musical para
crear atmósferas que combinan los palos más característicos del
flamenco con el violín o el chelo. Música que ofreció ayer en
Valldemossa, en el centro Costa Nord, dentro del Festival Noches
Mediterráneas.
A «Dorantes» no le gusta la palabra fusión cuando se trata de
sus composiciones, a pesar de que su trabajo, además de flamenco,
tiene «pinceladas de clásico, jazz, nueva música». «Ante todo soy
músico», dice este artista que creció escuchando a su padre, el
cantaor José Peña; su abuela, la legendaria María «La Perrata» o a
su tío, El Lebrijano. «En mi casa ya tuve un conservatorio». Y que
comenzó a tocar el piano «a los ocho años en casa de mi abuela». Su
interés por ampliar conocimientos le llevó al conservatorio de
Sevilla. Quiso estudiar para «buscar más recursos a la hora de
expresar».
Su incursión en otros campos musicales y su uso del piano han
sido bien recibidos por los más ortodoxos. «No me están atacando»,
comenta. Tal vez porque las cosas han cambiado y porque el flamenco
es una música en constante evolución. «Mi padre cuenta que antes de
que saliera la guitarra el instrumento que acompañaba a los
cataores una mesa que se tocaba con los nudillos. Yo toco el piano.
El flamenco siempre fue abierto. Ahora se canta distinto que antes
porque la sociedad es distinta, los cantaores viven de otra manera,
van coche, antes iban por los pueblos y cantaban lo que el señorito
les decía». Y como muestra de esta evolución, actuó en Valldemossa
acompañado por su padre.
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