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JAIME LÓPEZ Ni acabada ni apagada. La cálida voz melódica de Suzanne Vega y su contundente virtuosísimo con la guitarra acústica a la que, esporádicamente, respaldó el bajo de Michael Disanglia, pusieron de relieve el pasado lunes por la noche que la cantautora de la inolvidable «Luka» tiene aún mucho que cantar y que decir. Y de hacerlo muy bien y con sentido del humor para un público, cercano al millar, por completo entregado a una compositora e intérprete de susurrantes baladas, cuya soledad "Disanglia se oculta en bambalinas cuando es menester" es capaz de llenar por sí misma la inmensidad del solemne escenario del claustro de Sant Domingo, en Pollença.

Y es que no siendo una consumada entertainer, Vega supo meterse en el bolsillo a un público que demostró que la venía siguiendo desde los tiempos de su primer álbum, «Suzanne Vega», en la presentación de «Tried and True. The Best of Suzanne Vega», un repaso a casi veinte años de trabajo lento pero seguro en estudios de grabación y recitales en directo.

Austera pero simpática, la autora de «Book of Dreams» le pidió a un público que reclamó más de los estrictos dos bises de cierre que le hiciera cuantas preguntas quisiera sobre su música, trayectoria y biografía. El auditorio no atendió el ruego de Vega, pero le coreó a voces su «Fahrenheit 39 Degrees» y le rio con ganas la cáustica evocación de aquel episodio sentimental en el que un «devoto» admirador de Liverpool, obsequiado por Vega con una canción de amor, agradeció el detalle con una triste cena de hamburguesas.