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JAIME LÓPEZ - SAN SEBASTIÀN El antiguamente díscolo, desgreñado y buscapleitos Sean Penn viene dándole últimamente al pie con la bola sin descanso en favor de una filmografía cada vez más sólida y respetable. Primero fue la merecidísima nominación al Oscar de 1998 por su actuación en «Pena de muerte», pero que sólo pudo prosperar en manos de su compañera Susan Sarandon.

Un año después le llegaría el premio a la Mejor Interpretación Masculina en el Festival de Cannes por su papel en «Atrapado entre dos hombres». Y después de ir hilvanando sólidas creaciones, una detrás de otra («El clan de los irlandeses», «Adiós a la inocencia», «The Game», «Atrapado por su pasado», «La delgada línea roja»), hasta forjarse una filmografía de lo más coherente y versátil, Penn da en «Bajo el peso del agua», presentada ayer en el Festival de San Sebastián, una verdadera lección de madurez interpretativa con su papel de poeta borrachín y desencantado, hundiéndose en una crisis conyugal que estalla en el transcurso de un crucero por el mar Báltico que emprende en compañía de una pareja de amigos con la que el naufragante matrimonio entabla un tortuoso cuadrilátero erótico.

Ovacionada en su primer pase ante público y crítica "¿Favorita a la Concha de Oro? Difícil pronóstico. La alta calidad viene siendo nota dominante en todas las películas de la competitiva Sección Oficial del certamen", la última película de Kathryn Bigelow, una de las pocas, por no decir la única, realizadora estadounidense especializada en el cine de acción («Acero azul», 1990; «Le llaman Bodhy», 1991; auténticas plataformas de lucimiento para las ejercitadas formas físicas de Jamie Lee Curtis y Patrick Swayze, respectivamente) es un crispado y sensual «thriller» psicológico que entrecruza la tensión del erótico cuadrilátero que se va entablando, con la reconstrucción del brutal asesinato de dos mujeres perpetrado en un pueblo noruego en 1873.