Frank Ghery no pudo acudir ayer a su cita con el ciclo «Futurisme»,
organizado por la Conselleria de Turismo, para dar una conferencia
sobre «El efecto Guggenheim». En su lugar, el arquitecto César
Caicoya, director del Equipo Arquitecto Ejecutivo del Guggenheim
Bilbao, comentó todos los pormenores respecto a la construcción de
un edificio para la cultura que cambió «absolutamente a la ciudad y
a los bilbaínos».
«El Guggenheim fue concebido para que fuera el motor del cambio
del País Vasco», comentó ayer Caicoya. Y a juzgar por los
resultados, Ghery «ha cumplido con creces» lo que le solicitaron
sus clientes, Gobierno vasco, Diputación y Ayuntamiento de Bilbao.
«Al arquitecto se le pidió que fuera un edificio emblemático y una
de las condiciones que se le solicitó fue que, al menos, la mitad
de los visitantes al museo acudiera por el valor artístico del
contenedor».
Cuando, en los años ochenta, las instituciones vascas se
plantearon cómo salir de la crisis económica, apostaron por tres
sectores: las comunicaciones, las nuevas tecnologías y la cultura.
«La cultura marcaría el cambio socioeconómico en el País Vasco, lo
que parecía insólito en una zona que, culturalmente, padecía un
atraso importante», apuntó Caicoya. A pesar de las iniciales
reticencias de diversos sectores de la sociedad vasca, Ghery supo
conjugar «obediencia al cliente» con su incuestionable creatividad
y comprender «la identidad del pueblo vasco». Trabajó sin
intromisiones y resolvió problemas arquitectónicos y urbanísticos
consiguiendo integrar al Guggenheim en la ciudad.
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