«Tocaba con sus dedos el final del túnel». Eran las palabras de uno
de los médicos que ha atendido a Carlos Cano, fallecido en la
madrugada del lunes al martes, antes de que pudiera abandonar la
UCI, como estaba previsto, en la que ha luchado contra la muerte
desde el 28 de noviembre.
Pero al final, la muerte le ganó la segunda partida ya que hace
años ya había sido operado en Nueva York de la misma dolencia. A
las cinco y media de la madrugada se paró su corazón por una nueva
rotura de aorta que originó un «sangrado masivo» y posterior
«taponamiento del pericardio», un cuadro clínico mortal. A los 54
años, la crisis coronaria le sobrevino despierto, por sorpresa, y
los médicos no consiguieron salvarle a pesar de una hora y media de
reanimación.
Carlos Cano, que veía en la canción «la mejor terapia» para su
corazón, débil en salud pero fuerte en emociones, ingresó de
urgencia a finales de noviembre tras sufrir una grave crisis
coronaria en un avión a punto de despegar, cuando viajaba a Madrid.
La capilla ardiente de Carlos Cano ha quedado instalada en el salón
de plenos del Ayuntamiento de Granada, donde el féretro con los
restos mortales del cantautor granadino, cubierto por las banderas
andaluza y granadina, está escoltado por dos agentes de la Policía
Local con uniforme de gala.
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