Los restauradores han comenzado a trabajar en Son Boter, el taller
en el que Joan Miró pintó grafitos en sus paredes, una casa
mallorquina enclavada en el Territori Miró. Eudald Guillamez,
experto en pintura mural y rupestre, es el técnico encargado de
supervisar esta primera fase de la intervención.
Los grafitos sufren problemas de climatización y humedad desde
hace 25 años y las intervenciones hechas en los ochenta no han
arreglado la situación. Según explicó ayer Guillamez, el primer
paso que se ha dado es retirar «un mortero de cemento que se colocó
en los ochenta en la parte inferior de los muros». Este material,
impermeable, ocasionó que la humedad no pudiera evaporarse y
subiera por las paredes. Pero, según el experto, que ha trabajado
en cuevas rupestres y tumbas egipcias, «hemos llegado a tiempo».
Guillamez calificó estos dibujos a carbón, a la hora de enfrentarse
a esta intervención, como si «de hecho se trata de unas pinturas
rupestres» y precisó que «no corren peligro».
Otro de los asuntos que se deberán abordar, una vez finalizado
el trabajo, será el de la forma en que Son Boter se abra al
público, como sucede en importantes cuevas prehistóricas, ya que
las concentraciones humanas ocasionan alteraciones en los ambientes
cerrados debidas al vapor de agua que produce cada persona, 43
grados por hora, que afectan a los muros. Guillamez apuntó que «el
arte es un bien público y hay que mostrarlo» pero siempre «buscando
un equilibrio».
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