Massimo Ranieri aparece en la fotografía a la derecha junto al director de «Pulcinella», Maurizio Scaparro.

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JAIME LÓPEZ Fue uno de los más grandes, aunque también de los más imberbes, solistas de la canción italiana de finales de los sesenta y los setenta. «Con el permiso de los franceses, y del pop británico, que estaba en otra onda, los cantantes italianos estábamos en las emisoras, en las televisiones, en los tocadiscos de toda Europa. Aquello fue un fenómeno que difícilmente se volverá a repetir. Éramos muchos intérpretes, muchas solistas, infinidad de magníficos compositores, y no había ninguna rivalidad entre nosotros. Formábamos una gran familia que quería dar a conocer al mundo la singular forma que teníamos los italianos de entender la canción melódica», dice.

Con apenas dieciocho años, Massimo Ranieri alcanzó el estrellato al vencer en el concurso musical Canzonissima 70, todo un fenómeno de masas televisivo con el que los italianos querían renovar las ya un tanto caducas fórmulas competitivas del lóngevo Festival de San Remo. «Canzonníssima "recuerda su ganador en 1970" fue un revulsivo para la música italiana en un momento en que San Remo, quizás algo menos que Eurovisión, se estaba quedando algo pasado de moda». Sin embargo, el protagonista de «Metelo» (Marco Bellochio, 1972) no dudó en aceptar la representación eurovisiva de la RAI italiana para acudir en 1971 a Dublín y defender su romántica «L'amore é un attimo».

No hubo demasiada suerte para esa emotiva balada de amores secos que se querían regar con una carta de arrepentimiento. La monegasca Severine, una de las últimas adquisiciones de la pandilla de cantantes fijos en las páginas del semanario francés «Salut les copains», le ganó la partida con su trasnochada, pero muy bien orquestada «Un banc, un arbre, une rue» al favorito Ranieri. Y a nuestra favorita Karina, que aún confiaba «En un mundo nuevo». Y a las favoritas Katja Epstein y Clodagh Rogers que, con sus catódicamente torneadas piernas alemanas y británicas, tuvieron que conformarse con un tercer y cuarto puesto, respectivamente, para sus «Sempre hay algún milagro» y un «Jack in the box».