Acompañado por dos «primeras espadas» de la literatura catalana y
europea (Carme Riera y Pere Gimferrer) Sebastià Alzamora presentó
en Barcelona su retorno a la poesía después de su primera
experiencia novelística con «L'extinció». El título de su tercer
poemario es tan diferente e «innovador», según sus partenaires,
como el contenido del mismo. Además, el autor asegura que es el
libro más mallorquín que ha escrito.
Carme Riera entroncó directamente «Mula morta» con la poesía de
Miquel Àngel Riera, pero sólo en el lenguaje, ya que la lengua de
Alzamora «no es la calle, sino la de los payeses». Gimferrer fue
más lejos, afirmando que el autor, «como Estellés, toma el habla de
todo el territorio para construir un objeto verbal tan potente como
Roís de Corella o Vinyoli».
Alzamora quiso enfatizar la presencia de un título algo
enigmático. De hecho, no presenta esta conjugación por casualidad,
sino por la fascinación que siente hacia el híbrido de caballo y
asno por su potencia y esterilidad, «como una referencia a la
existencia humana», y las connotaciones que esto tiene en la
literatura, «entre el decir y el no decir». El sexto poema de la
primera de las tres partes de esta «Mula morta» ofrece la clave a
todo esto, ya que significa que «en la poesía no hay nada», además
de acentuar el vacío que ha sufrido Alzamora durante los cuatro
años que ha tardado en su escritura. El autor cree, además, que la
mula es un animal muy apropiado para resumir la Mallorca actual, no
la de sus abuelos, que ha querido recuperar en el poemario.
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