Francisco Rabal Valera nació en 1926 en un coto minero de
Àguilas (Murcia). Hijo de minero, cuando tenía seis años su padre
emigró a Madrid, y, cuando la Guerra Civil terminó, ayudó a su
padre y hermano vendiendo mercancías infantiles por las calles:
pipas, caramelos, etc. Más tarde, trabajó en una fábrica y asistió
a las clases nocturnas de los Padres Jesuitas de Chamartín de la
Rosa, donde montaba cuadros teatrales, haciendo de actor y director
con obras de la Galería Salesiana o alguna escrita por él
mismo.
Por aquella época se inauguraron los Estudios Cinematográficos
Chamartín donde fue admitido como aprendiz de electricista. Allí
también encontró sus primeras oportunidades como figurante y luego
como actor de reparto en dos películas de Rafael Gil: 'La pródiga'
y 'Reina Santa' (1946), y en otras tantas de José López Rubio, 'El
crimen de Pepe Conde' (1946) y 'Alhucemas' (1947), a las que
seguiría ya un papel principal en 'María Antonia la Caramba'
(1950), de Arturo Ruiz-Castillo. Después de varios papeles pequeños
logró entrar como meritorio en los Teatros Infanta Isabel y María
Guerrero, donde conoció a José Tamayo, quien le contrató como actor
profesional de la Compañía Lope de Vega, con la que debuta en
1947.
En la compañía estaban Carlos Lemos, Alfonso Muñoz, Maruchi
Fresno y María Asunción Balaguer, con la que contrajo matrimonio
tres años más tarde, en 1951. Más tarde Luis Escobar, director del
María Guerrero, le contrató como protagonista de 'La Honradez de la
Cerradura'. Interpretó también 'Luna de Sangre', de Rovira Beleta,
y regresó a la compañía Lope de Vega para estrenar en Madrid 'La
Muerte de un Viajante', de Arthur Miller. Alterna a partir de
entonces los trabajos cinematográficos con su presencia en los
escenarios hasta que, en 1953, fue contratado en exclusiva por
Vicente Escrivá para interpretar algunas de las películas de corte
religioso o político que producía Aspa Films, como 'La guerra de
Dios' (1953), 'El beso de Judas' (1954) o 'Murió hace quince años'
(1954), dirigidas todas por Rafael Gil.
Desde ahí en adelante, amplió su sus registros interpretativos
con trabajos a las órdenes de José Luis Sáenz de Heredia
('Historias de la radio', 1955) o José María Forqué ('Amanecer en
Puerta Oscura, 1957), a la vez que dio sus primeros pasos en el
cine extranjero a través de varias coproducciones como 'Marisa la
civetta' (1957), de M. Bolognini, o 'Prisioneros del mar' (1957),
de G. Pontecorvo.
Rabal y Buñuel
A finales de esta década tuvo lugar uno de los momentos
decisivos de su dilatada carrera: el encuentro con Luis Buñuel en
'Nazarín' (1958). Su interpretación intensa y sincera del sacerdote
protagonista se convirtió en la puerta que abrió su colaboración
con el maestro aragonés, prolongada luego en 'Viridiana' (1961) y
en 'Belle de Jour' (1966).
Su proyección internacional alcanzó en estos años la etapa más
interesante gracias al trabajo con creadores como Michelangelo
Antonioni en 'El eclipse' (1961), Leopoldo Torre-Nilsson en 'La
mano en la trampa' (1961), Jacques Rivette en 'La religiosa' (1966)
o Luchino Visconti, con el que trabajo en el episodio 'La strega
bruciata viva' (1966).
Desde España era reclamado tanto por reconocidos directores,
como Rafael Gil o José Antonio Nieves Conde, como por debutantes
del Nuevo Cine Español, como Carlos Saura, Miguel Picazo o Claudio
Guerín. La siguiente década la inició con las obras polémicas y
desiguales de Glauber Rocha ('Cabezas cortadas', 1970) o Silvano
Agosti ('N. P. il segreto, 1972). Esta etapa estuvo dominada por
trabajos alimenticios, fundamentalmente en el cine italiano, por su
dedicación a la realización de documentales sobre Machado, Alberti
y Dámaso Alonso; así como por un cierto alejamiento del cine
nacional a pesar de sus notables interpretaciones en películas como
'Goya, historia de una soledad' (1970), de Nino Quevedo, o
'Tormento' (1974), de Pedro Olea.
Pasada esta etapa, la madurez artística y personal de Rabal
coincide con el periodo más fecundo y creativo de su extensa
carrera. De esta época es 'La Colmena' (1982) y, sobre todo, 'Los
santos inocentes' (1984), ambas de Mario Camus, y por la segunda de
las cuales obtuvo - conjuntamente con Alfredo Landa- el Premio a la
Mejor Interpretación Masculina en el Festival de Cannes. A partir
de entonces, Rabal desarrolló en el cine español toda una gama de
personajes de amplio registro interpretativo que generaron
capacidad de identificación, desgarro y vitalismo, y a los que su
rostro cuarteado y su personalísima voz no fueron ajenos. Así, dio
vida al intelectual Rocabruno de 'Epílogo' (1983), de Gonzalo
Suárez, y al pícaro Ginés de 'Truhanes' (1983), de Miguel
Hermoso.
De esta época son también sus excelentes trabajos en 'Padre
nuestro' (1985), de Francisco Regueiro; 'Tiempos de silencio'
(1986), de Vicente Aranda; 'El disputado voto del señor Cayo'
(1986), de Antonio Giménez-Rico; '¡Atame!' (1989), de Pedro
Almodóvar; o 'El hombre que perdió su sombra' (1991), de Alain
Tanner. A raíz de sus creaciones en diversas series de televisión,
en especial 'Juncal' (1988) y 'Una gloria nacional' (1992),
escritas y dirigidas por Jaime de Armiñán para Televisión Española,
acrecentó todavía más su popularidad. En los últimos años, y a
pesar de su avanzada edad, Rabal siguió trabajando en el cine el
filmes como 'Así en el cielo como en la tierra' (1995), de José
Luis Cuerda; 'El palomo cojo' (1995), de Jaime de Armiñán;
'Air-bag' (1997), de Juanma Bajo Ulloa; 'Pajarico' (1997), de
Carlos Saura; 'Pequeños milagros' (1997), de Eliseo Subiela; 'El
evangelio de las maravillas' (1998), de Arturo Ripstein; 'Goya en
Burdeos' (1999), de Carlos Saura, por la que consiguió el Goya a la
Mejor Interpretación Masculina; 'Lázaro de Tormes' (2000), de José
Luis García Sánchez; o ' Divertimento' (2000), de José García
Hernández.
Un hombre de convicciones
Además de demostrar su profesionalidad a lo largo de su carrera,
Rabal se caracterizó por su talante solidario y de izquierdas, fiel
a sus fuertes convicciones políticas y sociales. Entre la larga
serie de premio recibidos, figura el Premio Nacional de
Cinematografía (1984). En 1992 se le otorga la Medalla de Oro de
Bellas Artes y, al año siguiente, la Medalla de Oro de la Academia
de Cine, y en 2000 le concedieron la Medalla de Oro al Mérito del
Trabajo. En 1995 la Universidad de Murcia le hizo Doctor Honoris
Causa, siendo el primer reconocimiento de tal clase que recibía un
actor cinematográfico en nuestro país. Rabal, que según sus propias
palabras llevaba 55 años escribiendo «sus cosillas», publicó en
1994 el libro 'Mis versos y mi copla' y más tarde, con la
colaboración del escritor Agustín Cerezales, su biografía 'Si yo te
contara'.
En los últimos tiempos, este gran actor, padre de la cantante
Teresa Rabal y del director Benito Rabal, y abuelo del también
actor Liberto Rabal, ofreció en varias ciudades españolas, junto a
su mujer Asunción Balaguer, el recital poético 'Queridos
poetas...', en el que recordó a muchos de los grandes escritores en
español y en catalán del siglo pasado para recaudar fondos para la
Casa del Actor. En agosto de 2001 Rabal recibió un homenaje en la
XXV edición del Festival de Films du Monde de Montreal; mientras
que en el mes de septiembre el Festival de Cine Internacional de
San Sebastián, en su 49 edición, le entregó el Premio Donostia en
reconocimiento a toda su carrera.
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