«¡Paco llenaba tanto la vida...!», decía su viuda, quien
desgranó los últimos días del actor: su ilusión por el esmoquin que
se compró para asistir a un homenaje en Montreal o incluso la
última comida y la copa de champán en el mismo avión en el que
murió. «En Canadá no pudo ponerse el esmoquin y esperaba hacerlo en
el Festival de San Sebastián», recuerda Asunción.
Todo iba bien a su regreso de Montreal, vía Londres, hacia
Madrid hasta que a Rabal le dio un golpe de tos y se empezó a
asfixiar como consecuencia de un enfisema pulmonar que padecía. La
tripulación del avión de la compañía británica «British Airways»
hizo todo lo posible por reanimar al actor, pero, cuando el aparato
aterrizó en el aeropuerto de Burdeos para poder prestarle
asistencia médica, Rabal ya había fallecido. «No sufrió, es lo
único que me consuela», subraya Asunción Balaguer.
Como en una jugada del destino, Rabal, al igual que ese
Francisco de Goya que interpretó en 1999 de la mano de Carlos Saura
y que le valió el premio Goya a la mejor interpretación masculina,
terminó sus días en Burdeos. «Papá me decía 'la nena, la nena'
-relata Teresapero yo le contestaba 'papá, voy a cumplir cincuenta
años' y él me respondía 'no es posible, nena'». Fumador
recalcitrante, marcado por la vida y las cicatrices a causa de los
accidentes de tráfico, comenzó en el mundo del cine como aprendiz
de electricista.
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