MARIANA DÍAZ ¿De dónde proceden los tambores de columna romana que
Juan Coll recogió de un vertedero de escombros detrás de la Seu? La
respuesta es un misterio. Las piezas estuvieron durante meses en
una casa que Coll rehabilita en la calle Sant Roc. Tras hacerse
público el hecho a través de la prensa, y después de una primera
investigación que duró toda la pasada semana, el CIM comunicó el
viernes 30 a Ultima Hora que Coll las entregará al
Museo de Mallorca para su custodia y análisis. Fue «El País» quien
dio la noticia el sábado día 24, momento en el que los responsables
de Patrimonio de Cort y el CIM tuvieron que movilizarse.
Un arqueólogo del Consell acudió a la calle Sant Roc una vez que
Magdalena Riera, arqueóloga municipal, comunicara a dicha
institución el hallazgo. Riera se enteró por un periodista. El
desconcierto de los primeros momentos llevó a pensar que los
restos, de marés mallorquín recubierto de mortero, habían salido
del inmueble de la calle Sant Roc. Tanto Coll, como el arquitecto
Lluís Alemany, que dirige la obra, y el arqueólogo Josep Merino,
que hace el control arqueológico de la misma, desmintieron el
hecho, asegurando que en la casa «no se ha hecho ninguna
excavación».
Este diario fue siguiendo, día a día, las actuaciones de la
Administración. El lunes 26, Rafael Vidal, concejal de urbanismo de
Cort, encargó una investigación a la arqueóloga, pues otra de las
posibilidades que se barajó desde el comienzo fue que los tambores
de columna procedieran de las obras municipales del casco antiguo,
supuesto que no se descarta a pesar de que ese mismo lunes Vidal
dijo: «Le aseguro que no vienen de un contenedor de escombros».
Antes que Riera llegara a ver las piezas, Coll explicó a este
diario el lugar exacto donde las había encontrado: «En la plaza que
hay entre el Palau del Bisbe y el ábside de la Seu». Allí, dijo, se
trasladaban los escombros de las zanjas, ya que los camiones no
podían entrar en las calles.
Finalmente, a mitad de semana, Riera acudió a la calle Sant Roc
y vio los tambores de columna, de unos 50 x 50 centímetros. En esta
primera aproximación, la arqueóloga, que esta semana entregará a
Vidal el resultado de sus pesquisas, concluyó que no procedían de
la casa. Pero apuntó un dato más. Al vertedero de escombros de la
plaza iban tanto los de obras públicas como privadas, lo que
dificultará conocer la procedencia de las columnas. El jueves 29
tomaba cuerpo la conclusión de que era cierto que Coll las había
encontrado en la calle, aunque nadie se explicaba por qué en su día
no lo había comunicado, como manda la Llei de Patrimoni. «Esperaba
hacerlo cuando finalizaran las obras del Plan Mirall», había
dicho.
Mientras esto sucedía, Miquel Barceló, jefe del área de
Patrimonio Histórico del CIM, decía que, para actuar, necesitaba
recibir documentación que había solicitado a Cort sobre la casa de
la calle Sant Roc e informes arqueológicos de las obras del Pla
Mirall en la zona. El jueves 29, Barceló se reunió con Alemany y
Coll y se decidió que las piezas, aún en casa de éste, vayan al
Museo. Para Barceló, la prioridad es saber de dónde salieron.
Un resto arqueológico es como un archivo
histórico
Los arqueólogos que los han visto aseguran que los tambores de
columna, dos parecidos y uno distinto, son romanos. Al final de la
semana, Miquel Barceló, apelando a «tomar las cosas en su justa
medida», hablaba de ellos como «piedras» a la espera del análisis
de las mismas que se hará en el Museo de Mallorca «porque allí hay
personal especializado para determinar de qué época son y su lugar
de procedencia». «Existe un porcentaje elevado de que procedieran
de elementos de relleno». Resultará difícil saber de dónde vienen,
según todos los indicios, dato que ayudaría a obtener más
información sobre la Palma romana, situada en el casco antiguo:
zona de la Seu, Palau del Bisbe, calles Estudi General, Zanglada,
Almudaina. Como dijo a este diario Margarita Orfila, catedrática de
arqueología en la Universidad de Granada, «la fuente más importante
para saber es la contextualización de los elementos; un resto
arqueológico es como un documento, un archivo histórico». Un resto
arqueológico «es como una palabra dentro de un texto».
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