La historia reciente de los tres tambores de columna romana que se
hallaban en poder del ciudadano Joan Coll, sin control por parte de
las autoridades, ya cuenta con un nuevo capítulo: una pequeña
tanqueta trasladó estos restos patrimoniales desde la calle Sant
Roc, donde se hallaban desde hace más de un año, al Museu de
Mallorca. Allí han quedado en depósito y serán custodiados y
estudiados por orden de Miquel Barceló, responsable del Àrea de
Patrimonio Histórico del Consell Insular.
La entrega, supervisada por personal del CIM, el arqueólogo
Jaume Cardell y el inspector Vicente Homar, se hizo a Guillermo
Rosselló Bordoy, director del museo, y quedó ratificada con la
firma de un documento. Allí estuvo Joan Coll, quien se mostró
«tranquilo» a pesar del revuelo organizado a finales del pasado
mes, cuando saltó la noticia de que en el patio de un inmueble de
su propiedad que está restaurando, situado en la calle Sant Roc
esquina con Estudi General, se encontraban estos tres tambores sin
el conocimiento de los servicios de patrimonio de Cort o del CIM.
Entonces, Coll dijo que los había encontrado en la zona de
escombros habilitada por Cort entre el ábside de la Seu y el Palau
del Bisbe, lo que volvió a confirmar ayer, y que los había recogido
para entregarlos al museo cuando finalizaran las obras del Plan
Mirall.
Aunque ahora esté a buen recaudo, su análisis no dará muchas
pistas sobre la época romana de ciudad, dijo ayer Rosselló Bordoy,
ya que se desconoce el lugar exacto del subsuelo dónde salieron
hasta llegar a la escombrera, dato fundamental en arqueología.
«Todo lo que está fuera de su contexto no aporta ninguna luz» o
«para nosotros, el contexto es un dato básico», eran frases
pronunciadas ayer con pesimismo en el Museo de Mallorca por los
expertos, sabedores de que se ha perdido una «oportunidad
histórica» para la investigación arqueológica de Palma. «Nunca
sabremos de dónde proceden», aseguraron ayer.
Aunque aún queda una oportunidad: una vez que las piezas de
marés hayan sido limpiadas podría salir a la luz algún graffiti,
moldura o inscripción que diera alguna pista. Entonces también se
sabrán sus medidas exactas, que se aproximan a 50 x 50 centímetros.
De momento, lo que sí esta claro, como dijo Rosselló Bordoy con un
cierto humor negro, es «que son dos tambores de columna y que no
son góticos». Dos de ellos son del mismo tipo y otro diferente, más
ancho. Esta rocambolesca historia no ha terminado. El CIM investiga
responsabilidades: ¿qué hacían las columnas tiradas en la
calle?
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