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La historia empezó con un encargo. Un médico le pidió que escribiera una autopsia sobre un hombre que había sido matado por una jauría de lobos. Esta historia formaría parte de otra mayor, a la que complementaría, y serviría de ayuda a un importante escritor que estaba escribiendo una nueva obra. El escritor era Camilo José Cela y el encargado de narrar el texto un médico mallorquín que prefiere permanecer en el anonimato. El resultado de esta colaboración se concretó en el «Anejo único. Informe forense» de «Mazurca para dos muertos».

Por aquella época, Cela estaba empezando a plasmar su nueva novela y necesitaba «una ayuda». «Me explicaron sobre qué trataba la historia y yo plasmé la idea», manteniendo siempre «la palabrería forense», explicó el doctor. El intermediario le contó la trama. Un político local del movimiento realizó una serie de injusticias con sus conciudadanos. Tras la guerra, las familias perjudicadas deciden matarlo. El modo, adiestrando una jauría de perros, los encargados de realizar el castigo.

Después de la explicación vino la sugerencia: «Como estaba ambientada en Galicia, los perros tenían que ser lobos». El doctor conocía la trama y debía empezar a plasmarla. «Una autopsia se divide en tres partes», comentó. En la primera, «se describe lo que se ve». De esta manera, puede leerse: «Se trata de un varón adulto de unos 25 años de edad, 1'60 cms de estatura y 55 kg de peso». En la segunda parte, el forense pasa a «considerar los mecanismos de muerte más probables». El médico propuso, en el anexo, teorías como: «La muerte no fue natural, sino violenta».

Por último, la tercera fase de una autopsia explica «las conclusiones». En el texto, estas afirmaciones se plasmaron en: «Que la causa de la muerte fue debida a la hemorragia externa». Siguiendo los pasos indicados por Cela, el doctor escribió el texto pero añadió en el relato una suposición suya: «Es muy curioso observar que el cuerpo del individuo, que fue desgarrado por mordeduras, no fue, sin embargo, devorado». La razón, «normalmente, los lobos suelen devorar a sus víctimas», aseguró. Por ello, decidió insinuar que «ahuyentaron a las bestias ruidos externos», dijo. «Sería lo más lógico». En la autopsia puede verse la firma del autor. «Introduje una anécdota propia».

El personaje describe lo que ve y comenta que el cadáver lleva: «Calzoncillo de sarga blanca, sucio». «Utilicé la expresión 'sarga' porque un profesor de prácticas de mi época siempre usaba esa palabra». Una vez escrita la autopsia, el intermediario se la entregó a Cela. «Sólo me cambió el final», afirmó el doctor. «Había escrito 'Es cuanto tiene que afirmarse según su ciencia y recta conciencia' y Cela lo varió por 'El médico forense, Marcial Méndez Santos'». «No era la primera colaboración que escribía ni fue la última», concluyó. El médico se siente «orgulloso» de haberla narrado, a pesar de que «Cela nunca agradeció la ayuda».