Si Pablo Picasso fue «la pasión», George Braque, más introvertido,
«se concentró en el universo de las imágenes y la vida humana en
configuraciones que son simples y, a la vez, enigmáticas, lo que
tiene que ver con su experiencia». Son palabras con las que
Matthias Bärmann, comisario de la exposición, explicó de forma
sucinta algunos de los aspectos del Braque grabador, que creó la
mayor parte de su obra gráfica tras la I Guerra Mundial. En el
Casal Solleric se muestran más de 100 trabajos, producción de
cuarenta años, de 1920 a 1960.
Este conjunto de obras pertenece a una colección privada, la de
Castor Seibel. Y llega a Palma por primera vez en España con el
patrocinio de Bancaixa, propietaria de cuatro colecciones de
grabado de Picasso, "de las que la «347» se expuso en el Solleric",
que también la llevará a Valencia. Seibel cuenta en su fondo de
Braque con «algunas rarezas y singularidades» que otorgan a esta
colección de obra gráfica el carácter de «única del mundo».
Respecto a la peculiaridad de las obras, el comisario explicó que
el coleccionista pudo comprar algunas obras «originales y extrañas»
como aquéllas que el pintor «trabajó por encima con óleo, gouache o
variaciones de color».
En Braque los grabados son «una mirada justo al corazón de su
creatividad», añadió Bärmann. Y en «Braque. Obra gráfica» se puede
hacer un recorrido por distintos aspectos. Por ejemplo, lo que el
comisario definió como libros iluminados. «Es más correcto
denominarlos así que libros ilustrados pues Braque hizo una obra
para él porque los grabados no tenían una relación exacta con el
texto de los libros». Algunos fueron para publicaciones de sus
amigos escritores, como Apollinaire; otros para obras de clásicos
griegos, como Hesiodo, o de autores japoneses relacionados con la
filosofía zen, que interesó a los artistas de las vanguardias
históricas.
En las salas de la Planta Entresòl se exponen, además, «obras
gráficas de tres tipos esenciales para Braque, naturalezas muertas,
motivos clásicos y pájaros», inconografías sobre las que también
hay cerámicas. La exposición palmesana, en «una feliz
coincidencia», se hace al mismo tiempo que la muestra de las
grandes telas de Braque en la Fundación Thyssen, en Madrid, una
oportunidad de ver reunida en España una buena cantidad de
producción del artista francés que jugaba a intercambiarse cuadros
cubistas firmados por detrás con Picasso.
En el catálogo de la exposición se transcribe una entrevista
entre Bärmann y Seibel. Éste asegura que comenzó a adquirir las
«estampas» de Braque a partir de 1958, cuando tenía 24 años, en la
galería Maegh, en París, época en que un «estudiante y trabajador»
podía adquirirlas porque «no costaban la décima parte que hoy; unas
cuantas horas de trabajo extra y ya estaban pagadas». Seibel,
apasionado de la obra de Braque, consiguió comprar láminas únicas
como algunas pruebas de estado que «permiten una mirada
particularmente íntima y sugerente» sobre su trabajo.
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