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Cuatro convictos en el corredor de la muerte vistos bajo un punto de vista irónico y demente. Un humor fuerte, a veces incluso escatológico. Una crítica nunca directa pero siempre presente. Así es «666», la obra que Yllana representa desde hoy y hasta el domingo en el Auditòrium.

«El tema no es cómico pero, llevándolo hasta la exageración, se convierte en irónico», aseguró Fidel Fernández, uno de los cuatro presos. Su difícil convivencia, las ejecuciones desastrosas que se llevan a cabo o sus relaciones con los guardianes conforman el trasfondo del montaje. «Más que una historia, contamos la relación que se establece entre los personajes», dijo Antonio de la Fuente, otro de los convictos. Los protagonistas son «los más malos entre los malos» pero, también, está «el inocente que no debería estar allí», según Fernández. La cárcel simboliza «el infierno» y, los internos, «el demonio».

Una parte importante de la obra es la participación del público. «Involucramos al espectador desde el principio, provocamos sus emociones», comentó Fernández. De esta manera, «se rompe la cuarta pared», afirmó De la Fuente. La obra, además, busca referentes «del cine americano actual» como el típico «mono naranja de los reos». «Buscamos imágenes conocidas del séptimo arte y onomatopeyas en el mundo del cómic» ya que, los sonidos, son un elemento clave de «666». «La obra se basa en la evolución del mimo clásico», una evolución que se sale del «formalismo tradicional de la pantomima». «Investigamos el mundo del teatro gestual y sus recursos para lograr que la gente se divierta», en palabras de Fernández.

El montaje de Yllana nació hace cinco años. Desde entonces hasta hoy, ha evolucionado en algunos aspectos aunque ha conservado «su esencia». «Es un espacio abierto a la improvisación que permite mantener el espectáculo siempre fresco», según Fernández. De esta manera, los actores se mantienen «en alerta» según «el público que asista a la función» porque, en el fondo, la implicación de los espectadores «influye en la obra», afirmó De la Fuente. «Nunca depende del número de personas que ven el montaje, lo más importante es su implicación».

El montaje no busca la crítica directa de la pena de muerte. «Queremos que la gente primero se ría y, después, piense en lo que se ha contado», explicó Fernández. Su manera de conseguirlo pasa por «la exageración» y el llevarlo todo hasta el límite.