Juan Andrés Llauger, superior del Colegio Monti-sion, comentó:
«Había varias cosas que me impresionaban de él: el caudal histórico
que había acumulado, su capacidad lúcida de crítica, su enorme
capacidad de búsqueda y su aprecio por la cultura mallorquina, que
conocía en profundidad. Batllori llamaba al catalán de Mallorca la
llengua del bell parlar. No es frecuente encontrar a alguien que al
final de su vida compaginase tan bien trabajo personal,
publicaciones, asistencia a congresos y homenajes. Vivía así, en
total consonancia con el mundo actual. Su trato sencillo y amable
era exquisito. Murió pocos días después de finalizar el último tomo
de sus obras completas, fue su último gran esfuerzo».
La historiadora Maria Barceló, presidenta de la Societat
Arqueològica Lul·liana, le describió como «una figura de gran talla
cultural, con una mente muy lúcida y gran elegancia, tanto en su
talante como en su personalidad; era socio de honor de la
Arqueològica y por su intercesión se pudo recuperar el legado de
corespondencia de la familia de Pere d'Alcàntara Penya». Otro
miembro de la Lul.liana, el arqueólogo Guillem Rosselló Bordoy,
explicó que, «como maestro y amigo es una pérdida irreparable; le
conocí en mi época de estudiante en Montisión y gracias a una
conferencia suya entré en contacto con el cardenal Despuig y la
Societat Lul·liana; siempre le tuve a mi lado en mi labor
profesional y aunque no soy un experto en su trabajo puedo decir
que de él aprendí muchísimo».
Eliseu Climent, editor de las obras de Batllori, decía ayer
desde Valencia, que «perdemos uno de los grandes historiadores
europeos de todos los tiempos y su obra completa demuestra hasta
qué punto su interés por las cosas humanas era profundo». Para
Climent era «un pensador universal» sobre un saber global» que
«vivió medio exiliado en Mallorca porque era un liberal». En una
época difícil impulsó «una escuela de conocimiento de la cultura
catalana de Mallorca como fue el caso de Ramon Llull». «Más que
nacionalista fue un catalanista cultural, más cultural que político
y su aportación a la cultura catalana fue importante en tanto
estudió en profundidad figuras clave de la misma, dándoles un
sentido universal como prácticamente no se había hecho».
El filólogo catalán Martín de Riquer, ofició como padrino
cuando, en 1998, le invistieron honoris causa por 11 universidades
de la red Joan Lluis Vives: «Hasta ayer era la persona más
importante de Cataluña humanística y literariamente; su obra, tan
diversa, quedará como modelo de interpretación del pasado y sus
trabajos sobre los Borgia o Ramon Llull dieron nuevas perspectivas
a la interpretación de estos personajes». Como persona destacó su
«mística, lucidez, expansividad y afectividad».
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