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P.BATLE
La gira mundial de adiós a los escenarios de Marcel Marceau (Estrasburgo, 1923), el mimo más grande de todos los tiempos, hizo una parada en el Auditorium. «Lo mejor de Marcel Marceau» ofreció ayer un montaje a base de ejercicios silenciosos plenos de humor tierno y agridulce.

«Los mimo-dramas pretenden ser reflejo y transmitir la tragedia, la violencia, la injusticia, los placeres y todos los valores de la sociedad», comentó Marceau. «Los actores, al igual que los periodistas, somos los historiadores de ahora». En la función de ayer, Bip, el personaje fetiche de Marceau, se transformó en domador, músico de calle o fabricante de máscaras, y en cada uno de los personajes que encarnó dejó constancia de la vulnerabilidad del hombre. Marceau ha convencido el mundo que hacer a mimo es un arte y ha conseguido trasladar al escenario su sabiduria de la vida sin decir una palabra. «He consagrado mi vida a crear mi propio estilo, inventando una gramática y un lenguaje propio de los mimos, y es que dónde no hay gramática el arte no existe», dijo Marceau al mismo tiempo que reconocía que «como solista, los mimo-dramas con la edad se han hecho cada vez más profundos». Durante sus espectáculos busca conectar con el público, y es que su filosofía es «complacer al público antes que buscar el placer personal». A pesar de definirse como una persona «elocuente, a quien gusta decir las cosas esenciales cuándo habla, reconoce que le gusta hablar, teorizar y ser maestro para poder delegar su arte porque «el arte del mimo tiene un lugar importante en el mundo del arte y el teatro».