En la actualidad, acudir al teatro significa ir a ver una obra de
un autor concreto. Entre 1808 y 1824, suponía contemplar un
espectáculo global con números circenses, magos o sainetes que se
escenificaban entre acto y acto de las representaciones. Domingo
Garcías resituó «El teatro en Mallorca en los albores del
Romanticismo».
Para lograr toda la información, Garcías se basó en la prensa,
«muy numerosa en aquella época con más de una docena de
periódicos», y en los expedientes de la Junta de Teatro de Mallorca
que dependía de la Junta General situada en Madrid. «Los
expedientes me permitieron conocer una documentación casi notarial,
sin opiniones ni partidismos». Así, pudo elaborar «conclusiones no
estudiadas antes».
«El teatro nunca ha estado tan vinculado a la política como en
aquella época», aseguró el autor del libro publicado por Lleonard
Muntaner. Existían dos bandos, los liberales y los absolutistas.
Cada uno empleaba las funciones según le conviniera. «La cartelera
se programaba según la idea que se quería apoyar», adquiriendo, las
representaciones, «un carácter propagandístico, elementos de
cohesión social y, también, convirtiéndose en arma de lucha».
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