El italiano Achille Bonito Oliva, que lanzó al movimiento de la
transvanguardia a final de los ochenta, fichó al artista mallorquín
Amador (Pollença, 1957) para la exposición que ha comisariado por
encargo de la Bienal de Valencia, inaugurada la pasada semana. «La
ciudad radiante», título de la muestra, reúne, en la Fundación
Bancaja, a treinta artistas internacionales interesados por la
ciudad como argumento. Como comisario de la exposición central de
la anterior Bienal de Valencia, Achille Bonito Oliva recibió el
encargo de organizar una exposición en la presente edición que
planteó sobre «el enfrentamiento conflictivo entre tiempo, arte y
arquitectura», se explica en el dossier de la Bienal. El espacio
urbano y su arquitectura son ejes sobre los que gravita esta cita
con el arte, y la ciudad es, también, un concepto sobre el que
siempre ha investigado Amador.
En «La ciudad radiante, el artista de Pollença se codea con
nombres consagrados, algunos de ellos ya fallecidos, como Lucio
Fontana; Joseph Beuys; Mario Merz; Nam Jun Paik; el más joven Juan
Muñoz; Antoni Tàpies, último Premio Velázquez de las Artes; o
Cristina Iglesias, Thomas Strucht, Santiago Calatrava, Julian Opie,
Frank Thiel, pintores, escultores y fotógrafos. «Es muy
gratificante ver tu obra contrastada con otros artistas que tratan
el tema de las grandes urbes; la exposición ha quedado muy bien
articulada y en la presentación se habló de que dos museos de
Estados Unidos se han interesado por ella; no es una exposición de
nombres, sino de obras escogidas en base a un planteamiento»,
comentó Amador. El comisario seleccionó dos piezas de su serie
«L'home i la ciutat», dos pantallas de gran formato de fotografía y
resina de poliéster, una imagen de Berlín y un mercado.
La ciudad es para Amador «el termómetro que toma la temperatura
de cómo va el mundo, la sociedad, resulta muy interesante porque,
por un lado, la ciudad cambia, se adapta, pero, por otro, se
pierden valores; no sé si la cosas son buenas o malas, lo que sé es
que cambian», reflexiona Amador sobre uno de las ideas
desarrolladas por el comisario: «Las ciudades son, inevitablemente,
un depósito de energía y de violencia, de vitalidad y de depresión
y los artistas de las últimas generaciones, condicionados por todo
ello, producen un arte de documentación que registra la negatividad
de la ciudad moderna», dice un texto de la Bienal. «Cuando Achille
vino al estudio hablábamos de que el artista de hoy pierde ilusión
de la utopía, de cambiar el mundo, y se dedica a documentarlo»,
apunta Amador. «La ciudad contemporánea en sus imprevisibles
recorridos es, quizá, un enorme territorio incontrolable, como
demuestra el trágico atentado a las Torres Gemelas», dice otro
texto sobre la exposición. Y Amador añade: «Trabajo en la ciudad
desde hace muchos años. He tomado fotos de Nueva York mucho antes
del atentado, y a medida que vas trabajando vas viendo cómo suceden
acontecimientos que con el tiempo te dan la razón; te preocupas por
las urbes, por esos espacios masificados, crees que son espacios
sólidos y no es así, sino que son frágiles». La ciudad
contemporánea y desarticulada, sin identidad, es la bad city de la
película «Blade Runner».
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