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NICO BRUTTI
Felanitx festeja. Desde temprano se advierte el clima que prevalecerá por la noche. Las chicas comienzan sus rituales con prolija impuntualidad; los chicos, aunque lo disimulan, también están producidos como para Hollywood. Cae la densa noche, el Parc de Sa Torre no es sólo el parc, es también los alrededores: sus bares repletos, banderillas de colores colgadas de esquina a esquina tal como lo canta un catalán, gente que camina, bebe y se divierte, que canta, gente que mira.

El parque por dentro es como fuera pero potenciado. Música que llega desde el escenario tocada por los teloneros de turno (Wuzzup, Mitjanit y Codians), bandas de chavales que se mueven de aquí para allá, riendo nerviosos. Las casetas de los entretenimientos con premio llaman por altavoces, el público sabe que no ganará pero igual hace su apuesta; churrerías y buñolerías hacen su agosto; chiringuitos muy cómodos y bien surtidos sirven bebidas y desde los futbolines se gritan goles como si les fuera la vida en ello.

Las familias cargan con los pequeños, cansados de saltar en la cama elástica y tratan de ubicarse sobre los laterales para tratar de escuchar los platos fuertes de la noche de Felanitx, Jaime Urrutia y Amaral. Pero es tanto el gentío, que hay que pedir permiso para abrirse paso; más chavales y no tanto se acercan raudamente al sobrio escenario, con discretas parrillas de luces para que luego de media hora de retraso, salga a escena Jaime Urrutia.