TW
0

«Al convertir este recinto en museo ya hemos ganado dos cosas: que tengamos un museo y, segundo, garantizar la continuidad de la preservación de la arquitectura militar». Para Àngel Aparicio, responsable del Grup per l'Estudi de les Fortificacions de Balears (GEFB), la restauración del Baluard de Sant Pere, sede del Museu Es Baluard, «se ha hecho con mucho criterio, las intervenciones han respetado el carácter histórico». Conocedor a fondo de la arquitectura militar isleña, sobre la que investiga, cuenta que en 1554, el ingeniero Juan Bautista Calví «proyectó construir un pequeño baluarte en el emplazamiento que hoy ocupa el Baluard de Sant Pere. No sabemos la fecha exacta en que comenzaron las obras, pero su lentitud, posiblemente por necesidades pecuniarias, hizo que Jacobo Paleazzo Fratin encontrara éstas en fase inicial.

En esos momentos, el nombre debía ser de Santa Creu o de Santa Catalina, -como aparece en toda la cartografía- si bien el nombre de bastión de Sant Pere era un prebastión situado cerca del oratorio del mismo nombre que no sabemos dónde se hallaba, probablemente más adelantado que el actual. En 1637 se une, mediante un foso y una escarpia, el bastión de Santa Creu antes citado con el prebastión de Sant Pere. Martín Gil de Gaínza proyectó un cuartel para Infantería en el interior del baluarte, en 1728, pero tan sólo se habilitaron unos barracones para la tropa. En 1797 se construiría un cuartel capaz de albergar la tropa de artillería, el cuartel de Sant Pere».

Durante un recorrido por las murallas del Baluard, Aparicio va demostrando cómo la rehabilitación de aquellas partes deterioradas se ha hecho mediante «un material diferente al original, sin mimetismo, dejando claro lo que es de época y lo que no, y a base de estructuras aéreas; si mañana lo desmontaran no pasaría nada, siempre sería recuperable el conjunto, ya que no se ha alterado». El experto apunta que «se han dejado todas las huellas del pasado y las intervenciones en el decurso del tiempo». Otro detalle que destaca se refiere a una de las garitas del Paseo de Ronda, «cuya bóveda estaba a punto de caerse», protegida «con un anillo ancho de contención, de acero, lo que es de agradecer». Aparicio hecha de menos que se informe a los visitantes, «con algún tipo de panel sobre cómo se ha hecho la restauración para que se entienda el concepto del edificio histórico; si se ilustrara con fotos de antes del derribo del cuartel, en los sesenta, se vería su ubicación».