El Casal Solleric inaugura hoy la exposición «Eduardo Úrculo»,
una muestra que descubre a través de 56 pinturas e instalaciones
los caminos y los medios que el artista usó para configurar su
mundo plástico, desde los años 60 hasta sus últimos trabajos.
Según Fernando Castro, comisario de la exposición, las
naturalezas muertas son el nexo común del montaje. Un montaje, por
otra parte, que no sólo quiere descubrir «el profundo mensaje de
Úrculo», sino «reivindicar la vigencia del artista en el presente»,
más allá del «creador mediático de las maletas, los sombreros y las
vacas». La muestra presenta, así, un recorrido cronológico a la
inversa que sitúa al espectador «mirando lo que desconoce» y
permite descubrir que, cuando Úrculo falleció, «estaba en plenitud
de recursos».
Inaugurada el mes de marzo de 2003 dentro del programa «Arte
español para el exterior», la muestra culmina su periplo en Palma.
La viuda del pintor, Victoria Hidalgo, recordó los vínculos que
Úrculo estableció en Eivissa en 1966. «Eivissa marcó un punto de
inflexión en su obra, que experimentó toda una serie de cambios por
las influencias que recibió del pop americano».
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