El ambiente festivo comenzó a primera hora de la tarde.
.Fotos: TERESA AYUGA

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NICO BRUTTI

El sol de la tarde les pega de lleno. Pero ellas, nada. Como si los más de 30 grados a la sombra fueran poco reto. Son unas trescientas forofas de Bisbal, a las cinco de la tarde, las que resisten en las inmediaciones del Coliseo Balear. Después llegarían muchas más. La avenida Gaspar Benàssar, a la altura de una de las entradas a la Plaza de Toros, es fiel testigo de los interminables minutos, horas, de estas estoicas jovencitas. Botellas, latas vacías, bolsas de patatillas, restos de alguna pizza o bocata y cansancio. Mucho cansancio. Caras adormiladas por la espera interminable, impacientes por rendirle tributo al ídolo. Hay quien llega con lo puesto. Otras están muy bien equipadas: neveras portátiles, sillas de playa, parasoles, un par de tumbonas y alguna que otra madre o abuela que va y viene tres o cuatro veces al día para satisfacer alguna necesidad elemental.

Un cuarteto de chavalas -fans de Bisbal «desde el principio», según cuentan- cantan sin cesar, una por una, las canciones de los dos discos editados por el almeriense acompañadas por un equipo musical en permanente funcionamiento. Dos grupos de chicas tienen aparcados sus coches sobre la avenida misma y hacen las veces de casa. Allí dentro se descansa por turnos, se merienda, y se escucha música. De Bisbal, naturalmente.

Poco chico varón, inmensa mayoría femenina. Se duerme, se charla, se fuma y se bebe, sobre todo agua. Lola, una chavala de 14, que hace guardia desde el viernes, se pelea con su novio por el móvil. Discuten lo indiscutible. Su amiga se acerca y escucha discreta. Ella le quiere, le adora y no le dejaría por nadie. Pero Bisbal es Bisbal. Y no hay dios que la mueva de allí. Cuando corta la comunicación, su amiga se le une, incapaces las dos de entender semejante incomprensión.

Listos siempre hubo, y alguno que otro hace acto de presencia a la búsqueda de intentar ligar. La oferta es tentadora, claro.

Pero las chicas están en otra. A la espera de lo más importante. Y si Bisbal las mira durante el concierto, apenas un segundo, será la coronación. El éxtasis. Por lo menos, hasta que aparezca otro ídolo que las haga vibrar.