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NICO BRUTTI

El artista cubano Pablo Milanés sedujo anteanoche, cómo sólo un poeta sabe hacerlo, a un colmado auditorio que presenció como uno de los fundadores de la llamada Nueva Trova Cubana inundaba de buena música, poesía y talento el Pabellón Galatzò de Santa Ponça. Y precisamente, el público asistente al concierto era uno de los interrogantes a desvelar. Si rojillos pasados de moda, freakies en busca de nuevas sensaciones, ex comunistas devenidos en despiadados empresarios, gente común que aprecia la buena música, fans de todo lo que tenga que ver con Cuba o, simplemente, poco ambiente tanto de público como de clima.

Ni lo uno, ni lo otro. Más de mil personas se dieron cita. Claro, que queda poco de los buenos y viejos tiempos. La ropa de los asistentes fue la primera señal: sin ser demasiado formal, distaba un océano de lo que hubiesen vestido antaño. Y luego las canas, alguna arruguilla delatora de años, las piernas más pesadas.

También, en menor medida, estuvo presente la juventud, más suelta que los mayorcitos. Una pequeña comitiva de la colonia cubana, algunos latinos y mucha gente local. Y el calor, rey indiscutido de la noche. Todo correcto, muy medido, tal vez demasiado. Si hasta pareció fuera de lugar el grito de guerra del no tan chaval que vociferó entre dos canciones: «Viva Cuba, la poesía y Fidel».