El artista cubano Pablo Milanés sedujo anteanoche, cómo sólo un
poeta sabe hacerlo, a un colmado auditorio que presenció como uno
de los fundadores de la llamada Nueva Trova Cubana inundaba de
buena música, poesía y talento el Pabellón Galatzò de Santa Ponça.
Y precisamente, el público asistente al concierto era uno de los
interrogantes a desvelar. Si rojillos pasados de moda, freakies en
busca de nuevas sensaciones, ex comunistas devenidos en despiadados
empresarios, gente común que aprecia la buena música, fans de todo
lo que tenga que ver con Cuba o, simplemente, poco ambiente tanto
de público como de clima.
Ni lo uno, ni lo otro. Más de mil personas se dieron cita.
Claro, que queda poco de los buenos y viejos tiempos. La ropa de
los asistentes fue la primera señal: sin ser demasiado formal,
distaba un océano de lo que hubiesen vestido antaño. Y luego las
canas, alguna arruguilla delatora de años, las piernas más
pesadas.
También, en menor medida, estuvo presente la juventud, más
suelta que los mayorcitos. Una pequeña comitiva de la colonia
cubana, algunos latinos y mucha gente local. Y el calor, rey
indiscutido de la noche. Todo correcto, muy medido, tal vez
demasiado. Si hasta pareció fuera de lugar el grito de guerra del
no tan chaval que vociferó entre dos canciones: «Viva Cuba, la
poesía y Fidel».
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