La conferencia «Miró y el embrujo de lo primitivo» entusiasmó al
público asistente a la última de las charlas del ciclo celebrado
para dar a conocer el arte del siglo XX a partir de la colección de
Es Baluard que impartió la jefa de colecciones de la Fundación
Pilar i Joan Miró, María Luisa Lax. La especialista en la obra de
Joan Miró inició su disertación explicando cómo el artista catalán,
a partir de 1911, se acercó a la naturaleza que rodea la massia
familiar de Montroig, en el campo tarraconense. Para ilustrar esta
etapa, Lax hizo uso de la pintura «Paisatge de Montroig», de 1916,
que puede verse en Es Baluard.
«Para Miró, este entorno encarnó la imagen rural y primitiva que
tanto admiraba, un lugar donde el pintor pudo recogerse
espiritualmente, en el que Miró se acercó a Dios, a los árboles y a
las montañas, es decir, a la mínima expresión de la naturaleza que
tan sólo los hombres primitivos y los japoneses representaban»,
explicó Lax, que completó su conferencia con multitud de imágenes
ilustrativas y referencias a la correspondencia mantenida por el
pintor con amigos, artistas y poetas.
Asimismo, Lax afirmó que fue en su viaje a París, en 1920, en el
que Miró entró en contacto con una ciudad inmersa en la «moda de la
cultura negra», donde las máscaras africanas, el jazz, la escultura
de Oceanía y los objetos precolombinos invadían los estudios de
artistas y coleccionistas. Un interés que exposiciones y revistas
como «Cahier d'art» demuestran con exposiciones y monográficos que
servirían a Miró para inspirarse. La traducción de esta influencia
en su obra es paulatina en el transcurso de los años. Primero,
destilando la realidad exterior, extrayendo signos y símbolos,
estilizando figuras a las que suprime elementos superfluos, para
después optar por espacios indefinidos, con composiciones
polifocales.
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