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La galería Joan Guaita inaugura hoy una exposición que aborda parte de la obra del que puede considerarse como uno de los mejores escultores cubanos del siglo XX, Agustín Cárdenas (1927-2001). En total, trece esculturas y varios dibujos influenciados por el surrealismo parisino y centrados en la sensualidad femenina. La selección recoge cuatro piezas esculpidas en ébano, dos en mármol, siete forjadas en bronce y algunos dibujos. Libia Cárdenas, su viuda, que le definió como una persona «simpática, agradable, pero extremadamente tímida e introvertida», presentó ayer la muestra y relató algunas de las vivencias de su marido.

«Se atrevió con todos los materiales -confesó Cárdenas- porque no tenía miedo a lo difícil». Tanto es así, que en los años cincuenta, al cerrar una fábrica de ébano, compró todo el material que le sobraba para poder hacer esculturas. Además del denominado «oro negro», también utilizó hierro, bronce y hasta piedra. «Agustín provenía de una familia pobre y no tenía dinero para comprar materiales. A veces, se iba al cementerio y recogía piedras para trabajarlas», apuntó su viuda.

Cárdenas se formó en Cuba. En 1955 consiguió una beca en París, algo que cambió su percepción artística. «Esa ciudad le aportó mucho, sobre todo cuando lo amparó Andrée Breton, que lo introdujo en el mundo del surrealismo», afirmó Libia. Nunca más volvió a Cuba para trabajar, porque, según su viuda, «posiblemente no hubiera podido». Con los años extrapoló sus raíces africanas a sus creaciones. «Sus obras eran sensuales, alisaba los huecos y las curvas porque le gustaba la perfección; era capaz de hacer cuatro en una noche, le encantaba crear», sentenció la viuda. De hecho, Agustín Cárdenas era uno de los pocos que dejaba a los visitantes «tocar sus esculturas». Libia, la mujer con la que compartió su vida, está preparando un catálogo razonado sobre su obra.